El que permanece en
mí…
La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el
creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error
reducirla a «sentimentalismo». La fe no es algo que depende de los
sentimientos: «Ya no siento nada; debo estar perdiendo la fe». Ser creyentes es
una actitud responsable y razonada.
La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente se
compromete personalmente a creer en Dios, pero la fe no puede ser reducida a
«subjetivismo»: «Yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece». La realidad
de Dios no depende de mí ni la fe cristiana es fabricación de uno. Brota de la
acción de Dios en nosotros.
La fe no es tampoco una costumbre o tradición recibida de los
padres. Es bueno nacer en una familia creyente y recibir desde niño una
orientación cristiana de la vida, pero sería muy pobre reducir la fe a
«costumbre religiosa»: «En mi familia siempre hemos sido muy de Iglesia». La fe
es una decisión personal de cada uno.
La fe no es tampoco una receta moral. Creer en Dios tiene sus
exigencias, pero sería una equivocación reducirlo todo a «moralismo»: «Yo
respeto a todos y no hago mal a nadie». La fe es, además, amor a Dios,
compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias,
celebración.
La fe no es tampoco un «tranquilizante». Creer en Dios es,
sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es sólo un
«agarradero» para los momentos críticos: «Yo cuando me encuentro en apuros
acudo a la Virgen». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de
manera digna y responsable.
La fe cristiana empieza a despertarse en nosotros cuando nos
encontramos con Jesús. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo
y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día le atrae más. Lo dice muy
bien Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído
en él. Dios es Amor» 1 Jn 4, 16.
Esta fe crece y da frutos sólo cuando permanecemos día a día
unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra:
«El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto,
porque sin mí no podéis hacer nada». JAP
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