En el Hospital Rossi de La Plata
funciona la primera y única Unidad de Metabolismo y Obesidad bonaerense que
trabaja con los pacientes de manera integral y sin dietas. Cualquier persona
con sobrepeso, o con problemas con la comida, puede consultar sobre el
tratamiento gratuito sin necesidad de derivación o turno previo.
El programa funciona desde el 2010
y surgió como necesidad de poder “atajar a tiempo” las comorbilidades
relacionadas con el síndrome metabólico de la obesidad. Es decir, todas
aquellas enfermedades tales como diabetes tipo 2, hipertensión e hígado graso,
entre otras; que se producen por acumulación de grasa de riesgo, la famosa
“pancita”.
La unidad fue creada desde el
servicio de Clínica Médica, por Diana Bellone acompañada desde su inicio por la
psicóloga Beatriz Garat recientemente jubilada, cuyo aporte fue fundamental en
lo referente a la esfera psicológica.
“Nosotros recibíamos pacientes con
infartos, ACV, hipertensión, diabetes tipo 2 y demás, entonces empezamos a
pensar cómo podíamos hacer para prevenir esa situación. Fue así que detectamos
que la mejor manera era evitando esa grasa abdominal”, explicó Diana Bellone,
jefa de la Unidad.
Ese tipo de grasa, también
conocida como grasa visceral o intraabdominal, solo se baja con ejercicio
aeróbico de mediana intensidad sostenido en forma diaria por no menos de 30
minutos. Por lo tanto, “si se le hace bajar de peso a una persona haciendo una
dieta estricta sin actividad física, se baja el resto de la grasa, pero se
concentra la de riesgo”, añadió Bellone. De ahí que el programa tiene una
profesora de educación física especializada en obesidad, Sandra von Kotsch, que
trabaja con todos los pacientes gratuitamente y realiza caminatas guiadas todos
los días de mañana y tarde en espacios abiertos.
Además de la actividad física, el
programa para bajar de peso, trabaja en el cambio de la conducta de comer. Al
respecto, explicaron que se suele asociar erróneamente a la alimentación
saludable con alimentos sanos, cuando en realidad, ‘el alimento no es sano ni
enfermo’, sino que el problema es cuando se intenta solucionar cuestiones
emocionales a través de éste, sin tener en cuenta lo nutricional.
“Por eso nosotros no damos una
dieta estricta, sino que focalizamos más en esta cuestión de por qué comen como
comen, en cambiar hábitos, ya que en gran parte de los pacientes el alimento se
presenta como un ‘objeto de gratificación sustitutiva’. Les damos pautas de alimentación,
les enseñamos, pero no hay alimentos permitidos porque en realidad tampoco hay
prohibidos” detalló la médica especialista en nutrición, María Inés Cóccaro.
Las personas establecen una
relación afectiva con la comida desde la lactancia y luego “frente a cualquier
situación de sus vidas, por ejemplo, el estrés, la angustia, la felicidad, el
aburrimiento, el enojo, busca a la comida como un elemento de gratificación.
Por eso no se sacian, porque lo que tienen que saciar no está en el estómago,
está en otro lado”, agregó Cóccaro.
Uno de los casos más asombrosos es
el de José, un platense de 55 años que bajó 92 kilos en un año. “Yo tenía mucho
sobrepeso, empecé en febrero de 2017 y recién en abril me pudieron dar el peso
porque la balanza pesa hasta 200 kilos. Caminaba una cuadra y me tenía que
sentar dos veces, pero llega un momento que te hace un clic. Son tres pautas
importantes: el compromiso, la libretita de registro (para anotar antes de
comer) y las caminatas. Tengo vecinos que me dicen “Seguís bajando José, ¡pará
un poquito! Todos me preguntan cómo hice, se pensaban que me había
operado”.
“Te mejora todo, el estado de
ánimo, la piel, la circulación”, agregó. Como el caso de otra paciente que era
diabética y después de bajar 40 kilos dejó de usar insulina, recordaron.
“Otro caso es el de Juan Domingo,
que venía colgado del tren porque no tenía para pasaje, lo único que tenía para
comer era guiso y adelgazó 60 kilos comiendo guiso y haciendo la caminata”,
agregaron.
Por otro lado, Daniela (24) bajó
35 kilos en 6 meses. “Empecé con 160 en abril y ahora estoy en 125. Me mejoró
mucho. No podía disfrutar de salir porque de antemano pensaba todo lo que tenía
que caminar. Con el programa me di cuenta que tenemos que ver si realmente
tenemos hambre o qué es lo que pasa, todo va por la cabeza”, contó.
En esa línea Bellone explicó que
“la obesidad es multifactorial, tiene que ver con cuestiones culturales y
sociales, pero fundamentalmente psicológicas, es producto del lazo que cada
individuo crea con el alimento. El otro factor es el sedentarismo, cada vez nos
movemos menos, estamos más horas sentados”.
Los talleres grupales, entonces,
apuntan a que cada paciente puede poner en palabras lo que le pasa. “La
obesidad termina comportándose como una forma de adicción y a-dicción quiere
decir falta de palabra. Es decir, cuando no puedo poner en palabras lo que me
pasa, busco un sustituto que puede ser el cigarrillo, el alcohol, el juego, las
compras compulsivas o la comida”, agregó. BP
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