Mártir, 23 de
Octubre
En Pavía, en la Liguria, conmemoración de san Severino
Boecio, mártir, insigne por su ciencia y sus escritos, que estando encarcelado
compuso un tratado sobre la consolación de la filosofía, y sirvió a Dios con
fidelidad hasta la muerte que le infligió el rey Teodorico.
Anicio
Manlio Severino Boecio, nació hacia el año 480. Pertenecía a una de las más
ilustres familias romanas, la «gens Anicia», de la que también descendía
probablemente el papa san Gregorio Magno. Severino, que perdió muy joven a sus
padres, quedó al cuidado de Aurelio Símaco, de quien llegó a ser íntimo amigo y
con cuya hija, Rusticiana, contrajo matrimonio. A esto se reduce cuanto sabemos
acerca de su juventud. Debía ser sin duda muy estudioso, pues antes de cumplir
treinta años era ya famoso por su erudición. Severino Boecio emprendió la
traducción al latín de todas las obras de Platón y Aristóteles, cuya armonía
fundamental quería demostrar. Desgraciadamente, no consiguió terminar esta tarea;
sin embargo, Casiodoro observa que, gracias a sus traducciones, los italianos
conocieron no sólo a Platón y Aristóteles, sino también «al músico Pitágoras, al
astrónomo Tolomeo, al matemático Nicómaco, el geómetra Euclides... y al físico
Arquímedes.» Ello nos da una idea de la multiplicidad de los
talentos e intereses de Boecio, quien además hizo aportaciones personales en
materia de lógica, matemáticas, geometría y música. Por otra parte, no carecía
de talento práctico, ya que Casiodoro le pide en una carta que construya un
reloj de agua y un reloj de sol para el rey de Borgoña. Boecio era también
teólogo (la familia de los Anicios era cristiana desde la época de Constantino)
y se conservan varios tratados suyos en particular uno sobre la Santísima Trinidad.
Las obras de Boecio ejercieron gran influencia en la Edad Media, sobre todo en
el desarrollo de la lógica. No en vano se le ha llamado «el último de los
filósofos romanos y el primero de los teólogos escolásticos». Sus traducciones
fueron durante mucho tiempo la base del estudio de la filosofía griega en
Occidente.
Boecio
nació poco después de que Rómulo «Augústulo», el último de los emperadores
romanos de Occidente, entregara el poder al bárbaro Odoacro. Cuando éste fue
asesinado y el patricio Teodorico asumió el poder en Italia, Boecio tenía unos
trece años. El padre de Boecio había aceptado el nuevo estado de cosas, y
Odoacro le había confiado un cargo de importancia. Boecio siguió su ejemplo y
entró en la vida pública, no obstante su amor por la escolástica. Él mismo
explica que le movió a ello la doctrina de Platón, según la cual «las naciones
serían felices si los filósofos las gobernasen, o si tuviesen la suerte de que
sus gobernantes se convirtiesen en filósofos». Teodorico le nombró cónsul el
año 510. Doce años más tarde, Boecio llegó a lo que él calificó de «momento más
brillante de su vida», pues sus dos hijos fueron nombrados cónsules y él
pronunció ante ellos un discurso de alabanza a Teodorico. Poco después el rey
le nombró «maestro de oficios», que era uno de los cargos más importantes y de
mayor responsabilidad. Pero su caída estaba muy próxima.
El
anciano Teodorico entró en sospechas de que ciertos miembros del senado romano
estaban conspirando en Constantinopla con el emperador Justino para arrojar a
los ostrogodos de Italia. El ex-cónsul Albino fue acusado de participar en la
conspiración y Boecio subió a la tribuna a defenderle. No sabemos con certeza
si tal conspiración existió o no; en todo caso, parece cierto que Boecio no
tomó parte en ella. Sin embargo, fue encarcelado en la prisión de Ticinum
(Pavía). Se le acusaba no sólo de traición, sino también de sacrilegio, es
decir de haber empleado las matemáticas y la astronomía para fines impíos. Los
jueces fallaron en su contra y Boecio pronunció un discurso amargamente
despectivo contra el senado, ya que sólo Símaco, su suegro, había salido a
defenderle.
Durante
los nueve meses que pasó preso, Boecio escribió la «Consolación de la
Filosofía», que es la más famosa de sus obras. Se trata de un diálogo
interrumpido por varios poemas, entre el autor y la Filosofía. Ésta consuela a
Boecio al mostrarle la vanidad de los efímeros éxitos terrenos y el valor
eterno de las ideas: la desgracia no afecta a quienes saben apreciar la divina
sabiduría, el gobierno del universo es justo y equitativo a pesar de las
apariencias. El autor no habla de la fe cristiana, pero trata numerosos
problemas de metafísica y ética, La «Consolación de la Filosofía» llegó a ser
una de las obras más populares en la Edad Media, no sólo entre los filósofos y
teólogos. Fue uno de los libros que tradujo al inglés el rey Alfredo el Grande.
La
prisión de Boecio terminó con el asesinato. Según se dice, fue brutalmente
torturado. Fue sepultado en la antigua catedral de Ticinum. Sus reliquias se
encuentran actualmente en la iglesia de San Pedro in Ciel d'Oro, en Pavía. A lo
que parece, todo el mundo consideró a Boecio como mártir. La influencia y
popularidad de sus obras en la Edad Media se debió, en parte, a que había
muerto por la fe. Sin embargo, todas las pruebas indican más bien que murió por
razones políticas. Cierto que Teodorico era arriano, pero ese elemento no
intervino en la condenación de su antiguo ministro de Estado. No es imposible
que la idea del martirio de Boecio haya procedido de la convicción popular de
que había sido condenado «injustamente», ya que en la antigüedad se confundía
fácilmente el martirio con la condenación injusta, aunque no interviniese el
odio a la fe. En la actualidad no se lo considera mártir.
Desde
el siglo XVIII, se ha planteado un problema aún más fundamental: ¿Boecio
practicaba realmente el cristianismo en la época de su muerte? Está fuera de
duda que durante mucho tiempo fue cristiano y practicó su religión. En efecto,
en 1877, se descubrió una nueva prueba para confirmar que Boecio fue realmente
el autor de los tratados teológicos que se le atribuyen. Pero la dificultad es
la siguiente: ¿Cómo es posible que un cristiano que había escrito tratados en
defensa de la fe, se haya contentado, bajo el peso de una acusación injusta y
hallándose amenazado de muerte, con escribir una obra para propio consuelo, en
la que no hay nada de propiamente cristiano, excepto una o dos citas indirectas
de la Biblia? Según Boswell, el historiador Johnson formulaba así el problema
en 1770: «Es
sorprendente, dado el tema de la obra y la situación en que se hallaba Boecio,
que haya sido 'magis philosophus quam christianus' (más filósofo que
cristiano)».
Es
imposible ignorar tal problema, por más que nadie lo haya planteado en la Edad
Media. Baste con decir que, cuando se planteó por primera vez, los principales
eruditos optaron más bien por «descristianizar» a Boecio; pero, poco a poco, la
teoría opuesta fue tomando fuerza, y actualmente se cree que Boecio permaneció
cristiano hasta el fin de su vida. Citemos simplemente a dos eruditos, un
protestante y un católico: «El
viejo problema de la posición religiosa de Boecio carece de sentido... Un
teólogo cristiano pudo muy bien escribir la 'Consolación', no para exponer su propio
punto de vista, sino para ver en cuanto filósofo los principales problemas del
pensamiento». La Consolación de la Filosofía es «una obra maestra. A pesar de
su actitud deliberadamente reticente, constituye una expresión perfecta de la
fusión del espíritu cristiano con la tradición clásica».
En
Pavía y en la iglesia de Santa María in Pórtico de Roma se celebra la fiesta de
San Severino Boecio. Podría pensarse que la confirmación de su culto, llevada a
cabo por León XIII en 1883, zanjó definitivamente los problemas de la religión
de Boecio. Pero una confirmación de culto, aunque exija el mayor respeto, no es
un acto en el que el Pontífice ejerce su infalibilidad. La confirmación del
culto permite simplemente que se siga venerando a un personaje y no siempre va
precedida de un examen a fondo de los problemas históricos relacionados con ese
personaje.
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