Dicen por ahí
que todo aborto debe ser “seguro”. La fórmula “aborto seguro” se opone a
“aborto inseguro” (o aborto peligroso). Para evitar la “inseguridad” en el
aborto habría que permitir (algunos querrían también promover, o incluso
imponer) el aborto en condiciones de “higiene” y de “seguridad”.
Al hacer estas
propuestas se cae en dos errores graves. El primero es creer que el único
camino para evitar “abortos inseguros” consiste en legalizar y promover
“abortos seguros”. En realidad, lo mejor que podemos hacer para evitar abortos
inseguros es apoyar a las mujeres para que no maten a sus hijos. Especialmente
a través de una cultura defensora de la vida de todos, que erradique las muchas
presiones que reciben miles de madres para que aborten.
El segundo
error consiste en manipular el significado de la palabra “seguro”, a la que se
oponen las palabras “inseguro” “arriesgado” o “peligroso”. Un acto es seguro
cuando no provoca ningún daño, cuando no conlleva la muerte de nadie. Un acto
inseguro es lo contrario: algo que daña.
El aborto daña
siempre, porque mata una vida. Por lo mismo, el aborto es lo más inseguro que
puede existir. Aunque se realice en hospitales de “alta tecnología”...
A pesar de que
las cosas están tan claras, nos repiten una y otra vez que por culpa de abortos
“inseguros” mueren miles de mujeres cada año. En realidad, no sólo mueren miles
de mujeres, sino que también mueren millones de embriones y fetos, es decir,
millones de hijos.
Por eso, si se
legalizase el aborto, si se convirtiese en algo “seguro”, seguirían muriendo
esos millones de hijos, muchos de los cuales son de sexo femenino, son mujeres,
tan mujeres como sus madres.
Además, el mal
llamado “aborto seguro” no deja de producir daños en las mujeres. A nivel
físico, pues la mayoría de las veces es más peligroso para la mujer abortar que
seguir naturalmente el embarazo. Y a nivel psíquico, con secuelas profundas que
marcan la existencia de las millones de mujeres que fueron engañadas al acudir
a “abortos seguros” que las han destrozado en su corazón de madres.
No existe, por
lo tanto, ningún “aborto seguro”. Lo único que debe existir es una sociedad más
justa y más humana, en la que ninguna mujer se sienta tentada o, peor,
obligada, a abortar. Una sociedad capaz de proteger la vida de todos los hijos
y el corazón de todas las mujeres que han empezado a ser madres. FP
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