Mártir, 01 de
Noviembre
Existía en Terracina, Italia, la bárbara costumbre
de que, en ciertas ocasiones solemnes, un joven se ofreciese voluntariamente en
sacrificio a Apolo, que era el dios tutelar de la ciudad.
Tras un período en el que el pueblo satisfacía
todos los caprichos del joven elegido, éste se ofrecía como víctima y se
arrojaba al mar desde un acantilado.
Cesario, que era un diácono africano, presenció en
cierta ocasión la escena, y no pudiendo contener su indignación, habló
abiertamente contra tan abominable superstición.
El sacerdote del templo le mandó arrestar y le
acusó ante el gobernador. Al cabo de dos años de prisión. Cesario fue condenado
por el gobernador a ser arrojado al mar en un saco, junto con un sacerdote
cristiano llamado Julián.
Aunque no sabemos qué fue lo que realmente sucedió,
lo cierto es que los nombres de San Cesario y San Julián figuran en los
martirologios primitivos.
En Roma hubo desde el siglo VI una iglesia
consagrada a San Cesario, que es actualmente un título cardenalicio.
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