Virgen
Reclusa, 29 de Octubre
Santa Tradicional - no incluida en el Martirologio Romano Actual
Etimológicamente: Hermelinda = escudo de los valientes, viene de
lenguas germánicas.
Hermelinda fue una reclusa de finales del siglo VI,
de la que posteriormente a su muerte, y con la veneración que le siguió a esta,
se escribió una “vida” que, en rasgos generales dice que perteneció a una
familia noble de Lovaina, emparentada con el Beato Pepino de Landen, predecesor
de la dinastía carolingia.
Sus padres se llamaron Ermenoldus y Ermesendis
(Witger llaman otros a su padre). Como mismo se dice de otros santos, desde su
infancia destacó por su vida piadosa, aprendiendo los salmos de memoria, para
repetirlos constantemente, uno tras otro. Sus padres planearon para ella un
matrimonio ventajoso, pero al llegar a la mayoría de edad, Hermelinda les
planteó que quería quedar virgen y vivir en soledad. Su padre accedió y le donó
un terreno cerca de su pueblo natal, aunque allí no estaba a gusto en su
soledad, por la cercanía de la gente.
Dos jóvenes nobles se pusieron de acuerdo para
violarla, atraídos por su belleza. Sobornaron al sacristán de la iglesia para
que les propiciara el encuentro, pero un ángel avisó a Hermelinda de que huyera
de allí, si quería mantener el tesoro sagrado de su castidad. Ella buscó
refugio en Meldert, Brabante, en medio de la soledad de una cueva. Aún así
pronto fue conocida y tenida por santa, llegando a ser consultada por el mismo
clero y nobles. Ayunaba permanentemente y vivía en constante oración y
penitencia.
Murió en 590, pero nadie supo nada de su cuerpo
hasta que muchos años más tarde pasó por allí un viajante, que vio unos
resplandores entre los árboles, fenómeno que cesó al salir el sol, pero se
mantuvo un agradable y desconocido aroma. A la noche siguiente regresó al mismo
sitio, con la esperanza de que se repitieran los signos, como sucedió. Vendió
todas sus propiedades y construyó una ermita para dedicarse a la oración y la
penitencia. Se cree que haya descubierto el cuerpo de Hermelinda, que había
sido “enterrado por los ángeles”. Se sucedieron las peregrinaciones, curaciones
y milagros. Aún queda algo del antiguo culto en el sitio. En realidad todo es
más sencillo: Un eremita ocupó la cueva que había tenido antes Hermelinda, de
la que nada se sabía, este eremita propagó su devoción y con el tiempo se
escribió esa “vida”. En Meldert, Bélgica, se guarda un relicario que procesiona
los martes de Pentecostés.
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