Tenemos
el cuerpo más frío. Así lo confirma un sólido estudio publicado por
investigadores de la Universidad de
Stanford que analizaron la temperatura corporal de la población
estadounidense en tres períodos distintos de los últimos 150 años.
Los
científicos analizaron 677.423 temperaturas de registros médicos (incluidos
datos de la Guerra de Secesión) que han indicado que los hombres de hoy tienen
una temperatura promedio un 0.59° C menor que aquellos nacidos a principios de
1800 mientras que en las mujeres esta cifra ha caído en 0.32° C. Es por eso que
se aventuran a declarar que la medida de temperatura de 37° C ya no sería el
estándar, como lo ha sido hasta ahora.
Como
todo estudio controvertido, la comunidad científica está en parte dividida.
Philip Mackowiak, coautor de un estudio de 1992 sobre temperaturas corporales,
asegura que la cantidad de variables que pueden haber influido al estudio
(como, por ejemplo, el cambio a la hora de tomar la temperatura a lo largo de
los siglos, de la boca al brazo) pueden haber afectado a los resultados, aunque
los autores originales afirman que han tomado medidas para corregir esas posibles
desviaciones en el muestreo.
Además,
hay quienes señalan que la temperatura corporal per se no existe, sino que
existe un rango de temperaturas variable dependiendo de los sujetos a analizar.
Para los expertos de Stanford, la nueva temperatura media normal del cuerpo
humano está más cerca de 97.5 grados Fahrenheit o que es lo mismo 36,38 grados
celsius.
Para
ello, la temperatura corporal es un indicador aproximado de la tasa metabólica,
y si ha disminuido, podría ofrecer una pista sobre otros cambios fisiológicos
que se han producido con el tiempo.
«Las
personas son más altas, gordas y viven más, y realmente no entendemos por qué
han sucedido todas esas cosas. La temperatura está vinculada a todas esas
cosas. La pregunta es cuál está impulsando a los demás», aseguró Julie
Parsonnet, quien se especializa en enfermedades infecciosas en Stanford y es
autora principal del artículo publicado en eLife.
Por
otro lado, Michael Gurven, antropólogo de la Universidad de California, dice haber estudiado las temperaturas de
la comunidad indígena Tsimané en 2016 llegando a conclusiones parecidas: entre
2004 y 2018 la temperatura media de la sociedad ha caído en esos años en una
proporción similar a la del estudio actual, con lo que, según su opinión, el
fenómeno debería tomarse en serio.
¿Cómo
es posible que haya bajado la temperatura? Aunque el estudio de Stanford no da
conclusiones, sí aporta teorías. La primera y principal la mejora en las
condiciones de vida y la disminución de las enfermedades infecciosas. Los
humanos hemos abandonado los índices de infecciones que presentábamos una
década atrás en ámbitos como la sífilis, la tuberculosis y enfermedades de
encías.
Pero
también podría haber afectado la disminución de nuestra tasa metabólica (la
energía que necesitamos para funcionar) gracias a las condiciones térmicas en
las que han crecido los hombres en las últimas décadas en las sociedades
avanzadas: estamos más abrigados, tenemos calefacciones y aires acondicionados,
lo que provoca que el cuerpo necesite resistir menos a su ambiente.
Si
a eso le sumamos la posible influencia de la vida sedentaria y la mayor
disponibilidad de alimentos saludables, estaríamos ante uno de los denominados
cambios epigenéticos.
Esto
es, que el ambiente ha hecho que varíe nuestra regulación temporal y esto
podría influir al tiempo en la expresión de ciertos genes, por ejemplo, en lo
tocante a nuestro sistema inmunitario.
¿Significa
eso que ahora enfermamos a más baja temperatura? No. Si algo señalan desde
diferentes posturas es que, aunque la temperatura media hubiese bajado, el
estándar de lo que debemos considerar como fiebre debería permanecer intacto, a
los 37.7° C. BP
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