Bentivoglio de Bonis nació en 1188 en San Severino de las Marcas, hijo de Giraldo y Albasia. Después de haber escuchado una serie de predicaciones del fervoroso franciscano Pablo de Espoleto, Bentivoglio se dirigió a Asís, donde el mismo san Francisco lo admitió en la Orden de los Hermanos Menores. Ordenado sacerdote llegó a ser un modelo de perfección cristiana. Maseo, párroco de San Severino, después de haber asistido a uno de sus éxtasis, decidió abandonar el mundo y entrar en la Orden Franciscana. Lo mismo hicieron sus dos hermanos. Fray Bentivoglio habitó un tiempo solo en un convento llamado «Trave Bonati», o «Ponte della Trave» para asistir y curar a un leproso. Un día recibió de sus superiores la orden de irse a otro convento, al parecer a Monte San Vinicio, cerca de Potenza Picena, distante unos veinte kilómetros; y para no dejar abandonado al pobre enfermo, por la gran caridad que lo animaba, se lo cargó a las espaldas y lo llevó a su nuevo destino con la admiración y el estupor de todos.
Bentivoglio abrazó con valor la vida de abnegación y de penitencia, de modo que vino a ser modelo de humildad, obediencia y caridad. Lleno de celo por la salvación de las almas, fue incansable en el ejercicio del ministerio apostólico, sea del púlpito como del confesionario, su palabra inflamaba las almas en santos ardores del amor divino. Un día mientras predicaba al pueblo, apareció sobre su frente una estrella luminosa que hizo brillar toda su persona. Con este prodigio Dios quería recompensar su trabajo por la evangelización de las almas.
Bentivoglio sentía gran compasión por los pobres, en los cuales su caridad le hacía ver la imagen de Cristo. Fue también favorecido de Dios con el don de los milagros. Con frecuencia fue visto en éxtasis y luego elevado en el aire y rodeado de luz. Con esto conmovió tanto, que muchos comenzaron una nueva vida.
Después de una vida rica en virtudes y buenas obras, el beato Bentivoglio entregó su alma a Dios en el convento de San Severino, su patria, el día de Navidad de 1232. Tenía 44 años. Fue sepultado en la iglesia del convento y los fieles se amontonaron alrededor de su tumba para rendir homenaje a este humilde hermano menor cuyos restos Dios glorificó con muchos milagros. SS. Pío IX aprobó su culto el 30 de septiembre de 1852.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario