En estos
tiempos de tanta comunicación, de tantos medios tecnológicos, de tanta imagen…
parecería que es más fácil comunicarse y permanecer unidos, pero… con
frecuencia nos quedamos con los medios y nos olvidamos de las personas. ¿Cuántas
veces hemos visto a un grupo de jóvenes cada quien sumido en su celular e
ignorando a los presentes? No, no es que la tecnología sea mala, es la forma en
que la usamos.
Recordamos la Sagrada Familia y podemos contemplarla con gran admiración
y respeto y después contemplar como a trasluz nuestras familias. Se nos presenta en una escena
difícil muy cercana a la situación de miles de familias que tienen que
abandonar la seguridad de su casa y de su patria para afrontar el riesgo de una
cultura distinta.
¡Cuántas
veces el Papa ha señalado esta realidad de la migración y de los refugiados
como una herida de nuestra sociedad! Y allí sobrevive, se realiza y plenifica
la Sagrada Familia como un símbolo de amor y de responsabilidad. En familia se vive la presencia de Dios, en
familia se aprende el amor a Dios, en familia se crece en amistad con
Dios, aún en las circunstancias más difíciles.
Vivir a Dios
en la familia con la sencillez de una madre que puede orar mientras da el pecho
a su pequeño, reconocerse pequeño en manos de la providencia mientras el papá
trabaja con rudeza, experimentar la ayuda y la solidaridad de los hermanos…
todas esas pequeñas cosas marcan el corazón.
Es cierto que la sociedad, los medios de
producción, el trabajo, los estudios y mil cosas más han deshecho la estructura
que tenían las familias, pero también es cierto que en estos nuevos momentos
tendremos que descubrir nuevas y mejores formas de apoyo, de comunicación y de
compartir. Tendremos que hacer de los pocos momentos de coincidencia en casa,
momentos fuertes de diálogo y comprensión, de sentir la presencia del otro y de
no dejarnos invadir y condicionar por las cosas externas que obstaculizan la
comunicación.
Si las relaciones en familia nos hacen crecer, si
nos fortalecen y nos animan, si nos enseñan a distinguir los verdaderos valores
para tener la sabiduría y si nos hacen percibir la presencia de Dios en
nuestras vidas, entonces tendremos una verdadera familia. ED
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