Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): En el
principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era
Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no
se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de
los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo
un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio,
para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la
luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
La
Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de
Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de
gracia y de verdad.
Juan
da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de
mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su
plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por
medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios
nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha
contado.
«Y
la Palabra se hizo carne»
Comentario: Rev. D. David
COMPTE i Verdaguer (Manlleu, Barcelona, España)
Hoy es el último día
del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios—
susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los
diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se
hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a
decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.
«La Palabra era Dios
(...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3).
A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día
vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado,
hoy hemos de agradecer cada minuto del año.
Pero el don de la
vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos
aporta una palabra clave: ‘acoger’. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios,
haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. ‘Acoger’ significa abrirle
nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en
aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a
Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?
«La Palabra era la
luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir
dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros
pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que
nuestras actuaciones se avengan con las suyas!
«La vida era la luz»
(Jn 1,4). Pero la fe es algo más que
unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que
también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia,
sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?
«A todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a
estrenar!
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