San Alcimus Ecdicius Avitus nació en Auvernia. Su padre Isychius fue elegido obispo de Vienne a la muerte de san Mamerto y su sucesor fue Avito en 490. Enodio, en su «Vida de San Epifanio de Pavía», dice de Avito que era un arsenal de sabiduría, y añade que cuando los borgoñones habían cruzado los Alpes y se habían llevado gran cantidad de cautivos de Liguria, San Avito rescató a muchos. El rey de Francia, Clodoveo, aunque todavía era pagano y Gondebaldo, rey de Borgoña, no obstante ser arriano, lo respetaban mucho. Después de la muerte de Gondebaldo en 516, su hijo y sucesor, Sigismundo, fue atraído a la fe cristiana por san Avito. En 517, el santo presidió un famoso concilio en Epaon. Cuando el rey Sigismundo había manchado sus manos con la sangre de su hijo Sigerico, por un cargo falso hecho contra él por su madrastra, san Avito le inspiró tal horror por su crimen, que el rey se convirtió y después mandó reconstruir la abadía de Agaunum o San Mauricio.
La mayoría de las obras de san Avito se han perdido, pero tenemos cinco poemas que forman una serie a la que él mismo da el título de «De spiritualis historiae gestis» (Hechos de la historia espiritual) y otro sobre la virginidad, dedicado a su hermana Fuscina y a otras monjas. Hay setenta y ocho cartas (incluyendo una bien conocida a Clodoveo en su bautismo), dos homilías completas y fragmentos de otras veinticinco. Murió alrededor del 518 o 525. Enodio y otros escritores de la época ensalzan su saber, su caridad para los pobres y sus muchas otras virtudes; san Avito fue sin embargo más un literato que un teólogo.
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