Texto del Evangelio (Mc 1,12-15): En aquel
tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto, y permaneció en el desierto
cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo
y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a
Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el
Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva».
«El
Espíritu empujó a Jesús al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días,
siendo tentado por Satanás»
Comentario: + Rev. D. Joan
MARQUÉS i Suriñach (Vilamarí, Girona, España)
Hoy, la Iglesia
celebra la liturgia del Primer Domingo de Cuaresma. El Evangelio presenta a
Jesús preparándose para la vida pública. Va al desierto donde pasa cuarenta
días haciendo oración y penitencia. Allá es tentado por Satanás.
Nosotros nos hemos
de preparar para la Pascua. Satanás es nuestro gran enemigo. Hay personas que
no creen en él, dicen que es un producto de nuestra fantasía, o que es el mal
en abstracto, diluido en las personas y en el mundo. ¡No!
La Sagrada Escritura
habla de él muchas veces como de un ser espiritual y concreto. Es un ángel
caído. Jesús lo define diciendo: «Es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44). San Pedro lo compara con un
león rugiente: «Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente
buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe» (1 Pe 5,8). Y Pablo VI enseña: «El Demonio es el enemigo número
uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser obscuro y perturbador
existe realmente y que continúa actuando».
¿Cómo? Mintiendo,
engañando. Donde hay mentira o engaño, allí hay acción diabólica. «La más
grande victoria del Demonio es hacer creer que no existe» (Baudelaire). Y, ¿cómo miente? Nos presenta acciones perversas como
si fuesen buenas; nos estimula a hacer obras malas; y, en tercer lugar, nos
sugiere razones para justificar los pecados. Después de engañarnos, nos llena
de inquietud y de tristeza. ¿No tienes experiencia de eso?
¿Nuestra actitud
ante la tentación? Antes: vigilar, rezar y evitar las ocasiones. Durante:
resistencia directa o indirecta. Después: si has vencido, dar gracias a Dios.
Si no has vencido, pedir perdón y adquirir experiencia. ¿Cuál ha sido tu
actitud hasta ahora?
La Virgen María
aplastó la cabeza de la serpiente infernal. Que Ella nos dé fortaleza para
superar las tentaciones de cada día.
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