El contenido de la esperanza cristiana es Cristo, su muerte y resurrección, Él es la prueba fehaciente de que debemos esperar, pues Dios ha de cumplir sus promesas y nos ha de salvar. Si depositamos nuestra esperanza en Cristo nos daremos cuenta de que “Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo” (Timoteo 4,10). Es verdad que nos encantaría arrancar de nuestras vidas el sufrimiento, pero dicha posibilidad no está en nuestras manos, Dios nos ha salvado durante toda nuestra historia humana y lo seguirá haciendo. Nuestro Dios sufre con nosotros en esta pandemia, está en cada temor y dificultad. También está en la llama que tenemos de esperanza, pues con su resurrección le ha dado sentido a que nuestra vida no termina aquí, porque de ser así “¡somos las personas más dignas de compasión!” (Ga 2, 20).
La esperanza no falla, porque ya gozamos del amor de Dios en nuestras vidas, y nos ha demostrado en la resurrección de su Hijo. Todo aquel que tiene esperanza, es un hombre que camina (homo Viator) que va en movimiento hacia aquello que no ha sido develado. Nuestra vida es un caminar y es la esperanza de que somos capaces de participar de la resurrección y salvación de Cristo, la que nos hace ponernos en marcha, porque “si Cristo no resucitó, entonces es vacío nuestro mensaje y vacía es nuestra fe” (1 Cor 15, 19). Su muerte y resurrección son la mejor prueba y fundamento que podemos tener para pedir con fe y con la certeza de que está con nosotros, y que podemos superar el sufrimiento y la muerte. Por eso supliquemos con la certeza de que así es y será en estos tiempos difíciles con las últimas palabras del apocalipsis: “ven Señor Jesús” (Ap. 22, 20). RRB
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