Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En
aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta
pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros,
que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que
soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no
te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los
cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré
las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en
los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
«Tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»
Comentario: Mons. Jaume PUJOL
i Balcells, Arzobispo Emérito de Tarragona (Tarragona, España)
Hoy celebramos la
solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la
Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor,
testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión
de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que
nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de
Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han
sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.
En una de las
primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les
dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en
nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El
Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas
cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos
siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».
Hemos escuchado en
el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia.
Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y
Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús
instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se
edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad
suprema.
Aunque Pedro y sus
sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan
igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran
trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para
todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros
hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus
intenciones.
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