Tras
un año y tres meses de encierro y de convivencia con el coronavirus, los
ataques de pánico, la angustia y la ansiedad nos pasan una lógica factura. La
psicóloga Victoria Cires Irigoyen asegura que el tiempo nos dirá cuáles serán
las consecuencias y que lo positivo es que ahora se hable de salud mental, sin
estigmatizarla.
Terremoto interno. Taquicardia. Escalofríos. Falta de aire. Dolor en el
pecho. Náuseas. Diarrea nerviosa. Inquietud. Fuera de control. ¿Me estoy
muriendo o me estoy volviendo loco/a? Otras alternativas parecieran no existir.
El contexto mundial es amenazante e incide de manera directa en nuestra
salud mental. El virus invisible acecha de manera silenciosa. La muerte se
quitó el velo y se sienta a la mesa a tomar mate sin invitación. En el último
año y medio, nuestras vidas han dado un giro de 180° y eso indefectiblemente
tiene efectos a corto o largo plazo.
La realidad resulta demasiado insoportable y la incertidumbre del futuro
genera mucha intranquilidad. La situación es crítica y puede ser un disparador
de angustia. ¿Cómo se presenta la ansiedad? ¿Cómo se la puede manejar? ¿Acaso
estamos atravesando traumas psicosociales aún sin darnos cuenta?
En el sitio web del Ministerio de Salud de la Nación hay un glosario sobre
diferentes términos o enfermedades, entre los cuales se encuentra la sección de
‘salud mental’. El organismo público comunica que en Argentina “1 de cada 3
personas presenta un problema de salud mental a partir de los 20 años. Las
problemáticas más frecuentes son los trastornos de ansiedad, del estado de
ánimo y los problemas por consumo de sustancias (UBA APSA OMS MSAL - 2015)”.
Entonces si el porcentaje de las personas que padecen estos problemas es
tan alto, ¿por qué no se habla masivamente de estos temas? ¿Por qué sigue
habiendo un estigma frente a los cuadros de salud mental?
¿Cuál
es la diferencia entre el pánico, la angustia y la ansiedad?
¿Ataques de pánico, de angustia o de ansiedad? ¿Son iguales? Las distintas
corrientes de la Psicología utilizan diferentes términos para referirse a
ellas. Por ejemplo, Sigmund Freud lo definió en los últimos años del siglo XIX
como ‘crisis de angustia’. De todos modos, se habla de lo mismo, porque detrás
de un cuadro de pánico o ansiedad lo que se encuentra es una angustia, que si
se quiere, con terapia y tratamiento, se puede ubicar, elaborar y finalmente
transitar o resolver.
Si tuviéramos que describir un ataque de pánico ¿cómo lo haríamos? Victoria
Cires Irigoyen, licenciada en Psicología (USAL) lo define como «un episodio que
sucede de manera repentina e inesperada, presenta síntomas físicos como por
ejemplo sudor, escalofríos, dificultad para respirar, acompañado de miedos,
muchas veces miedo a morir. En ese momento pareciera que no podemos controlar
todo lo que pensamos y lo que nos sucede. Genera mucha desesperación y es muy
desagradable».
Por supuesto que hay diferentes niveles de episodios, pero cuando se da de
manera intensa existe el pensamiento recurrente de “o me estoy volviendo loco/a
o me voy a morir”, aun más cuando se trata de la primera vez que estos síntomas
se presentan y uno no entiende lo que realmente le está pasando. Incluso hay
muchas personas que, en un principio, no identifican que se trata de algo
emocional y consultan a cardiólogos, neurólogos, etc., porque creen que se debe
a una condición física, ya que la sensación se asemeja a la de un infarto.
La
‘resaca’ del episodio y el miedo a que se repita
La ‘resaca del
ataque’ es una sensación de shock corporal y emocional que tarda un tiempo en
desaparecer, ya que el estrés que sufrió el cuerpo y la mente fueron muy
fuertes. Generalmente uno se siente agotado, sin energía, exhausto y consumido,
tanto física como mentalmente por varios días.
Tras un episodio
de pánico es muy común sentir miedo a volver a sentir miedo, es decir, que los
síntomas retornen. Con lo cual, es lógico que la persona se encuentre en estado
de alerta constante, con ‘ansiedad anticipatoria’ e incluso tomando decisiones
que cree que alejarán al pánico. La Lic. Cires Irigoyen comenta que «es
frecuente pensar que se va a repetir lo que ya viviste, fantasear con que va a
pasar lo peor».
Considerar la
posibilidad de que suceda durante toda la vida causa sofoco y una angustia
profunda. La Lic. Irigoyen cree que «no necesariamente se vuelve algo crónico.
Siempre depende de la persona, del caso particular y a veces del momento, como
por ejemplo la pandemia que es circunstancial. Cuando ese factor ya no esté,
puede que esos ataques desaparezcan. Se debe aprender a lidiar con el estrés,
con la ansiedad. Conozco muchos casos que una vez que se trataron o esa
situación se resolvió, nunca más tuvieron problemas».
Es más, en la
página web del Ministerio de Salud se explica que «el padecimiento mental no es
irreversible: puede afectar de modo parcial y transitorio la vida de una
persona. Con el apoyo comunitario necesario, la recuperación es posible».
El
contexto pandémico y la salud mental
A principios de
este mes de junio, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, explicó en televisión,
que todos vamos a tener problemas de salud mental «porque estamos viviendo una
situación crítica y humanitaria que no tiene precedentes en el siglo. Los adolescentes
y las juventudes no tienen la posibilidad de salir, de relacionarse. Las
personas mayores que tienen un futuro más corto perciben un riesgo, las
personas que se acaban de casar, las personas que tienen que salir a trabajar,
las personas que solían viajar. Todos vamos a tener problemas de salud mental.
No hay nadie que sea feliz o que no esté preocupado en esta situación».
La psicóloga
cognitivo conductual Cires Irigoyen reconoce que «sería imposible que esto no
deje una huella psicológica. Estos traumas psicosociales me hacen acordar a
situaciones de posguerra. Nos ha golpeado a todos. Personas que perdieron su
trabajo, pérdidas de familiares, de amigos. Supongo que el impacto psicológico
en cada uno será diferente y no se puede generalizar. Pero desde ya esto está
dejando secuelas. El tiempo nos dirá cuáles serán esas consecuencias».
Cómo
sobrellevar la ansiedad y ayudar a quienes la transitan
Es importante
destacar que hay diversas formas de tratar y transitar la ansiedad, con terapia
y/o con ayuda de ciertos psicofármacos, que pensarlos de manera temporal puede
calmar y, a la vez, elaborar estrategias. Asimismo, hay herramientas que
colaboran como por ejemplo la actividad física, una buena alimentación e
incluso compartir lo que nos está pasando con nuestros pares y familiares.
Por eso, es de
suma importancia mantenernos en contacto con nuestro cuerpo y con nuestros
afectos, aunque sea a través de un mensaje de whatsapp en estos tiempos de
distanciamiento social. Además, «el Mindfulness ayuda mucho a no engancharse
con los pensamientos negativos y visualizarlos como tales. La respiración, la
meditación, el deporte, todo eso contribuye a mejorar. Trabajar los
pensamientos es muy importante para la ansiedad», reflexiona la Lic. Cires
Irigoyen.
Muchas veces nos
preguntamos cómo podríamos ayudar a alguien que está teniendo un ataque de
pánico. ¿Deberíamos abrazarlos? ¿Decirles que todo va a estar bien? ¿Qué no hay
ninguna amenaza alrededor?
La especialista
explica que «depende si se tiene un vínculo o no con esa persona. Acercarse con
cuidado, encontrar un lugar tranquilo donde no se sienta expuesto, ayudarlo a
respirar. Habría que ver cuántos recursos tiene esa persona, si es o no la
primera vez que le sucede, y si sabe lo que le está pasando. Tendemos a ayudar
diciendo ‘no te preocupes, no pasa nada’, pero es importante darle validez para
que el otro se sienta comprendido en vez de juzgado. Todas las sensaciones son
muy reales, más allá de que no haya una amenaza externa».
¿Por
qué persiste el estigma hacia la salud mental?
Siempre ha
habido prejuicios respecto a cuestiones de salud mental, terapia, psiquiatría,
etc. Sin embargo, el paradigma está mutando. La Lic. Cires Irigoyen explica que
«hoy se ha abierto el diálogo. Lo veo mucho en los adolescentes, que pueden
decirlo con mayor naturalidad. Temo que en las redes sociales como TikTok, por
ejemplo, haya tendencias con respecto a algunas patologías o términos. Me da
miedo que se utilicen conceptos que no correspondan como un posteo que diga
‘estoy triste #depresión’. Por un lado está buenísimo que lo puedan conversar,
pero por otro el autoencasillamiento y autodiagnóstico sin un profesional puede
resultar peligroso. De todas maneras, me parece genial no marginar a quien
padece de algún trastorno ni verlo como algo tan extraordinario. Creo que
estamos en ese proceso de transición».
Cuando alguien
padece un ataque de pánico, y empieza a conversar con su entorno íntimo, de
pronto se da cuenta de que muchos más de los que creía han tenido episodios de
este estilo; simplemente, hasta ese entonces, han elegido callar y hacer como
si no sucedieran. Entonces,
¿no sería conveniente tejer redes para sentir más apoyo y acompañamiento? ¿Acaso
no tenemos todos problemas o angustias que si las compartiéramos con el
universo pesarían menos y nos sentiríamos más comprendidos, menos
extraterrestres? ¿Acaso no todos estamos luchando para sobrevivir a esta
pandemia?
La salud mental
no debería atenderse de manera diferente que la física, porque la salud es una
sola. Por lo tanto, ¿por qué muchas veces las angustias, los trastornos de
ansiedad o cualquier otro cuadro de salud mental se tapa, se esconden, se
silencian?
En conclusión,
hablar, escuchar y saber pedir ayuda son grandes puntos de partida para
cuidarnos, respetarnos y sanar. Al fin y al cabo, estamos todos en la misma
montaña rusa. Quizá la pandemia traiga más empatía, como también la
desestigmatización de la salud mental, para así comenzar a hablar abiertamente
de estos temas. BP
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