lunes, 30 de agosto de 2021

Ante las malas noticias…

Buscamos, en las noticias, señales de esperanza: cuándo terminará la epidemia, cuándo llegará un buen gobernante, cuándo mejorarán los salarios, cuándo terminará la violencia en la calle.
Muchas veces no llegan esas señales de esperanza: los hospitales tienen serios problemas de acogida, los gobernantes luchan más por su puesto que por el bien de la gente, los salarios quedan desinflados por nuevos impuestos...
Cuando las malas noticias se acumulan, cuando no aparecen signos de mejora en el horizonte, el corazón experimenta un peso que a veces se hace asfixiante. Si, además, las noticias familiares son alarmantes, la situación se hace insostenible.
En cambio, quien teme a Dios tiene un recurso y una fortaleza para resistir a las malas noticias, porque está seguro de que el Señor no lo abandonará: Él es fiel, y siempre ayuda a quienes buscan su ayuda (cf. Sal 112,7-8).
Las malas noticias siguen allí, los problemas no desaparecen de golpe, pero hay algo que permite ver más allá de los sufrimientos del presente y así tener la certeza de la victoria de Cristo.

Sí: el Cordero de Dios ya ha vencido, ya está a la derecha del Padre, ya intercede por nosotros, ya nos ha enviado al Espíritu Santo. Entonces surge la verdadera esperanza, la que se basa no en apoyos humanos, sino en Dios.

No vivimos sin esperanza: nos hemos acercado a Cristo y somos ya parte de su Iglesia (cf. Ef 2,12-13). Por eso, ante las noticias que hoy aparezcan ante mis ojos y mis oídos, reaccionaré con valentía, porque estaré apoyado en Aquel que es la fortaleza de los débiles y la ayuda de quienes mantienen viva la lámpara de la fe. FP

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