La prohibición de consumir
ciertos alimentos es algo habitual en la inmensa mayoría de las sectas. La
dieta de las sectas no viene provocada por razones higiénicas o culturales,
como es el caso del judaísmo o del islam, sino que es consecuencia directa
de una política de sus dirigentes, encaminada a conseguir que el adepto
adquiera una identidad claramente diferenciada. A ello se debe que haya
prescripciones dietéticas en los mormones, los adventistas, los testigos de
Jehová y en prácticamente todas las sectas orientalistas. Pocas cosas sirven
mejor para marcar distancias que la diferencia en la dieta o en la manera de
vestir.
El Antiguo Testamento no prohíbe a los no judíos ningún alimento: El Antiguo Testamento establece
una diferencia evidente entre los hijos de Israel y el resto de la humanidad.
Ciertamente, los primeros se hallan sometidos (a partir de Moisés) a una dieta
que se ha denominado convencionalmente levítica, en la que no sólo entra en
juego la prohibición de ciertos alimentos, sino también de ciertas formas de
sacrificarlos y cocinarles.
Ahora bien, para el
no-judío, o sea, el no adepto no existía ninguna obligatoriedad de guardar
esas normas dietéticas. Como dice Dt 14,21,
incluso podían comer animales que no habían sido sacrificados ritualmente y
que, por tanto, resultaban impuros por estar sin desangrar.
Jesús declaró puros todos los alimentos: Pablo nos ha transmitido la clara convicción de la Iglesia primitiva de
que Cristo había nacido bajo la ley y la había cumplido para rescatarnos de la
misma: “Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y
para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gal 4,4-5).
Por lo tanto, el que Jesús
cumpliera con las leyes dietéticas de la ley de Moisés está fuera de discusión;
como también lo está el que ciertamente fue circuncidado y el que celebró las
fiestas judías. Ahora bien, lo que sí es evidente es que Jesús se preocupó de
marcar los senderos por los que discurrirá con posterioridad la Iglesia
apostólica; y entre ellos se hallaba el de la emancipación de la ley de Moisés,
que no tenía sentido teológico tras su venida. Que esto incluía abolir las
distinciones entre alimentos puros e impuros se desprende de los mismos
evangelios: “Luego llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchadme bien todos
y entended. Nada hay fuera del hombre que, cuando entra en él, pueda
convertirlo en impuro. Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al
hombre. El que tenga oídos para oír que oiga». Y luego, tras retirarse de la
gente, cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. Él
les dijo: «¿Tampoco vosotros lo entendéis? ¿No comprendéis que todo lo que
entra en el hombre desde fuera no puede hacerle impuro, porque no penetra en su
corazón, sino en el vientre y va a dar en el retrete?» Así declaraba puros
todos los alimentos. Y añadía: Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al
hombre” (Mc 7,14-20).
Los
apóstoles enseñaron que los cristianos podían tomar todos los alimentos: “Al
día siguiente, mientras iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió
a la terraza para hacer oración. Le dio hambre y sintió deseos de comer algo.
Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis y vio los cielos abiertos y
una cosa que se asemejaba a un gran lienzo que descendía hasta la tierra, atada
por sus cuatro extremos. En su interior había todo tipo de animales de cuatro
patas, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate,
Pedro, mata y come». Pedro respondió: «De ninguna manera, Señor; jamás he
comido nada profano e impuro». La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado
no lo llames profano». Aquello se repitió por tres veces e inmediatamente la
cosa fue elevada hacia el cielo” (Hech
10,9-16).
La
abstinencia y el ayuno, por otra parte, son sanas costumbres bíblicas
practicadas en el Antiguo y Nuevo Testamento que seguimos los católicos a
ejemplo de Jesús y los Apóstoles – durante la Cuaresma y a lo largo del año. JdelosS
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