El
evangelista Juan, al hablarnos de la encarnación del Hijo de Dios, no nos dice
nada de todo ese mundo tan familiar de los pastores, el pesebre, los ángeles y
el Niño Dios con María y José. Juan nos invita a adentrarnos en ese misterio
desde otra hondura.
En
Dios estaba la Palabra, la Fuerza de comunicarse que tiene Dios. En esa Palabra
había vida y había luz. Esa Palabra puso en marcha la creación entera. Nosotros
mismos somos fruto de esa Palabra misteriosa. Esa Palabra ahora se ha hecho
carne y ha habitado entre nosotros.
A
nosotros nos sigue pareciendo todo esto demasiado hermoso para ser cierto: un
Dios hecho carne, identificado con nuestra debilidad, respirando nuestro
aliento y sufriendo nuestros problemas. Por eso seguimos buscando a Dios
arriba, en los cielos, cuando está abajo, en la tierra.
Una
de las grandes contradicciones de los cristianos es confesar con entusiasmo la
encarnación de Dios y olvidar luego que Cristo está en medio de nosotros. Dios
ha bajado a lo profundo de nuestra existencia, y la vida nos sigue pareciendo
vacía. Dios ha venido a habitar en el corazón humano, y sentimos un vacío
interior insoportable. Dios ha venido a reinar entre nosotros, y parece estar
totalmente ausente en nuestras relaciones. Dios ha asumido nuestra carne, y
seguimos sin saber vivir dignamente lo carnal.
También
entre nosotros se cumplen las palabras de Juan: «Vino a los suyos y los suyos
no lo recibieron». Dios busca acogida en nosotros, y nuestra ceguera cierra las
puertas a Dios. Y, sin embargo, es posible abrir los ojos y contemplar al Hijo
de Dios «lleno de gracia y de verdad». El que cree siempre ve algo. Ve la vida
envuelta en gracia y en verdad. Tiene en sus ojos una luz para descubrir, en el
fondo de la existencia, la verdad y la gracia de ese Dios que lo llena todo.
¿Estamos
todavía ciegos? ¿Nos vemos solamente a nosotros? ¿Nos refleja la vida solo las
pequeñas preocupaciones que llevamos en nuestro corazón? Dejemos que nuestro
corazón se sienta penetrado por esa vida de Dios que también hoy quiere habitar
en nosotros. JAP
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