Además de la candidiasis
vaginal o bucal existe otra candidiasis relacionada con la alimentación. Se
trata de la candidiasis intestinal, más difícil de diagnosticar, pero que está
muy presente en la población.
Si sientes unas ganas
irreprimibles de comer dulce, estás más irritable y presentas cambios bruscos
de humor y sientes cansancio o dolor en las articulaciones puede ser que sufras
una candidiasis intestinal, más difícil de diagnosticar que la vaginal o la
bucal, y en cuya eliminación la alimentación, junto con el tratamiento con
antifúngicos, es un pilar clave, eliminando para ello azúcar y lácteos.
Ángela Quintas, licenciada en
Ciencias Químicas y especialista en Dietética y Nutrición Humana, dedica en su
último libro ¿Por qué me duele la tripa? (Planeta, 2022) un capítulo a la
candidiasis, un problema de salud frecuente, más en las mujeres y que es un
tipo de infección causado por la presencia masiva y descontrolada de un hongo,
en concreto la Cándida Albicans, aunque existen unas 150 especies de cándidas
diferentes.
“Todas las mujeres tenemos un
reservorio de cándida en la vagina, que en ocasiones crece y coloniza zonas
donde no debería estar presente”, explica Ángela Quintas. Y es que la cándida
es un hongo que habita de forma natural en el intestino, la piel y los órganos
genitales femeninos. La cuestión es que en algunos momentos prolifera de forma
desmesurada.
Cuando la cándida coloniza
zonas como la vagina o la boca la candidiasis es más fácil de diagnosticar
porque sus manifestaciones son más visibles y evidentes, como picor, manchas o
secreciones. Sin embargo, en el caso de la candidiasis intestinal la detección
no es tan sencilla.
Este hongo tiene funciones
importantes para la salud y, en general, vive en simbiosis perfecta con el
organismo. El problema surge cuando crece sin control. Algunas situaciones que
pueden actuar como desencadenantes de la candidiasis son la ingesta elevada de
azúcares y el consumo de ciertos fármacos, como antibióticos.
“En ocasiones me encuentro en
consulta con pacientes que tienen candidiasis porque han tomado antibióticos
para eliminar el Helicobacter pylori, situación que podrían haber evitado
tomando un probiótico durante el tratamiento”, indica esta especialista.
Síntomas
En el momento en el que la
cándida se descontrola necesita azúcares y carbohidratos como alimento,
provocando en quien la sufre una necesidad imperiosa de ingerir alimentos ricos
en estos nutrientes. “Es como si el monstruo de las galletas se hubiera
apoderado de ellos”, explica gráficamente Quintas “y en consulta nos relatan
que se sienten incapaces de renunciar al postre”.
Y es que el patógeno pasa a la
sangre e infecta otros tejidos del organismo. “En primer lugar, la presencia cándida
albicans altera el sistema hormonal, por ejemplo, la dopamina, lo cual puede
causar depresión, insomnio o mal humor. La cándida albicans se alimenta de
azúcares libres, por ello, las ganas irremediables de comer alimentos dulces,
al alimentarse el hongo con este nutriente, se produce rápidamente, se hace más
persistente y se liberan toxinas en todo el organismo como el acetaldehído. El
acetaldehído se transforma en etanol y es convertido por el hígado en alcohol.
Este mecanismo baja los niveles de magnesio y potasio, por tanto, aparecen los
dolores en las articulaciones y musculares”, explica Ramón de Cangas, doctor en
Biología Molecular y Funcional por la Universidad de Oviedo y
dietista-nutricionista por la Universidad de Navarra.
Así, algunas de las señales de
este tipo de infección son:
·
Ganas de comer dulce en forma de azúcares o hidratos de carbono a toda
hora
·
Intolerancia a olores muy fuertes o al humo del tabaco
·
Fatiga y somnolencia
·
Irritabilidad y cambios bruscos de humor
·
Dolor en las articulaciones
·
Debilidad muscular
·
Cansancio
·
Ansiedad
·
Depresión
·
Extremidades siempre frías
·
Dificultad para la concentración
·
Mala memoria
·
Insomnio
·
Mareos y pérdidas de equilibrio
·
Dolores de cabeza
·
Estreñimiento, diarrea o alternancia de ambos
·
Dolor abdominal
·
Distensión abdominal
·
Congestión nasal
·
Picor en los órganos genitales femeninos
Quintas señala que es
importante tener presente que no todos los síntomas mencionados tienen que
darse a la vez, sino que la concurrencia de varios de ellos puede hacer
sospechar la presencia de una candidiasis. “Muchas veces me he encontrado con
pacientes que se sienten débiles y sin energía y que tienen las emociones a
flor de piel, cansados de haber consultado y haberse hecho análisis cuyos
resultados no manifiestan ningún problema”.
La candidiasis intestinal es
un problema relativamente frecuente. “La epidemiología de la candidiasis ha ido
en aumento en los últimos años debido a la toma de antifúngicos y antibióticos
de amplio espectro que desequilibran la microbiota intestinal, además de la
inmunosupresión por enfermedades o debilitación del sistema inmune que
presentan los pacientes y comorbilidades como la diabetes mellitus”, señala De
Cangas.
Existen otros factores
predisponentes que hacen de la Cándida albicans prolifere, indica este experto,
como los relacionados a la atención en salud como uso de catéteres, nutrición
parenteral total, intervenciones quirúrgicas y uso de drogas antimicrobianas,
además de los asociados a estado del paciente como edad o deterioro clínico.
Cómo tratarla
Para abordar la candidiasis
intestinal de forma efectiva, según los especialistas consultados, es
necesario:
Establecer una dieta baja en
azúcares, hidratos de carbono simples y levaduras
Utilizar sustancias
antimicóticas, como el ácido caprílico y el aceite de orégano
Reparar la microbiota con
cepas probióticas y con reparadores de la membrana
Matar de hambre a la cándida
“La alimentación es
imprescindible para erradicar la superpoblación de cándida en un organismo”. Y
es que es necesario matar de hambre a la cándida, “evitando ingerir lo que más
le gusta que son los azúcares, por eso debemos eliminar estos nutrientes de la
dieta durante un periodo de tiempo”, explica Quintas.
Esta experta propone una pauta
de alimentación que deberá ser seguida durante unos cinco o seis meses para
erradicar completamente la candidiasis, si bien a las tres semanas ya se
empieza a notar la mejoría en los síntomas.
Es importante señalar que, antes de iniciar un tratamiento de este tipo,
hay que consultar con el médico. Él será el encargado de realizar las
recomendaciones pertinentes en cada caso.
En función de esto, Quintas
hace un listado de los alimentos que podrían ser evitados, siempre de forma
temporal:
·
Productos que contengan azúcares: azúcar, sacarina, miel, dextrosa,
siropes, refrescos, tomate en conserva, cereales de desayuno, bollería y
pastelería, helados…
·
Fruta
·
Lácteos
·
Alcohol
·
Bebida de avena, mijo
·
Patatas, champiñones, setas, calabaza y boniatos
·
Productos con levadura, como pan, pizzas, pastillas de caldo
·
Cacahuetes y pistachos
·
Productos fermentados, como vinagre, tempeh, salsa de soja, miso y té
·
Harinas refinadas
·
Cereales refinados, como el arroz blanco
Calcio más allá de los lácteos
Además de esto, según la
experta, es importante seguir una pauta alimenticia bien diseñada durante este
periodo para evitar que se produzcan carencias. Ángela Quintas explica que hay
calcio más allá de los lácteos, por ejemplo, en:
·
Verduras de hoja verde
·
Semillas de sésamo
·
Legumbres
·
Bebidas vegetales
·
Pescado azul
De Cangas destaca también la
alimentación como pilar fundamental en el tratamiento de la candidiasis
intestinal, junto al tratamiento farmacológico con antifúngicos y
suplementación específica. De lo que se trata es de mejorar el sistema
inmunitario del hospedador y reducir los hidratos de carbono (azúcares simples
y consumo moderado de polisacáridos amiláceos) “para dejar de alimentar al
hongo, ya que estos nutrientes ayudan a su proliferación y mantenimiento. Y la
ingesta de proteínas y grasas reducen la sintomatología gastrointestinal”.
Aunque no existe un protocolo
oficial para el abordaje nutricional de la candidiasis, De Cangas indica que se
suele seguir una dieta de eliminación por fases, con una primera etapa de
restricción, en la que se restringen los azúcares simples (tanto los añadidos
como los intrínsecos del propio alimento), los alimentos fermentados y las
levaduras, disminuyendo también el consumo de polisacáridos amiláceos como
arroz y pan, y dando prioridad a hidratos de carbono no amiláceos, “siempre con
moderación”, proteínas y grasas de calidad. El alcohol también debe ser
eliminado.
En una segunda fase se van
reintroduciendo los alimentos que previamente se habían retirado, valorando la
tolerancia individual. Y en una tercera etapa se produce a la adaptación de una
dieta individualizada.
El poder del ácido caprílico
La dieta es necesaria, pero no
suficiente para combatir la candidiasis, sino que es necesario utilizar también
antifúngicos, la mayoría de los cuales presentan el ácido caprílico como
componente mayoritario, una sustancia poderosa presente en el ácido de coco, la
leche materna y algunas grasas animales.
Quintas explica que a la hora
de pautar un tratamiento suelen utilizarse alternativamente dos o tres
compuestos antifúngicos para cortar las vías de resistencia de la cándida.
La importancia de los probióticos
Cuando el tratamiento llega a
la fase de equilibrio es necesario introducir el tercer aliado contra la
candidiasis, como son las cepas de lactobacilos que han demostrado eficacia
frente a este tipo de infección, en concreto, la lactobacillus gasseri y la
lactobacillus helveticus. “Estos preparados suelen tomarse con el estómago
vacío, media hora antes de ingenir cualquier elemento”, explica Quintas.
Además de los probióticos en
esta fase esta experta recomienda utilizar reparados de membrana, como la
L-glutamina el zinc.
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