Así, un medio informativo habla de victorias de unos y derrotas de otros. Otro medio dice todo lo contrario. Unos acusan a los de lazo blanco de violencias sobre civiles. Otros acusan a los del lazo amarillo de crímenes de guerra.
Las peores mentiras son las que están mezcladas con verdades, porque pueden provocar dos reacciones en los lectores. La primera: creer que todo es falso, porque algunos datos eran falsos. La segunda: creer que todo es verdadero porque algunos datos eran verdaderos...
No resulta fácil moverse entre mentiras, porque ellas cierran el paso a la verdad y oscurecen las posibilidades de comprender un poco mejor el mundo en el que vivimos y las acciones y omisiones de quienes buscan dirigir los destinos humanos.
Ante tantas mentiras y engaños, se impone un esfuerzo serio para separar el grano de la paja, para reconocer la verdad aunque la diga un mentiroso, y para denunciar la mentira aunque la diga aquel hacia el que sentimos simpatía.
Ese esfuerzo no siempre logrará el resultado esperado, pues más de una vez llegaremos a considerar como falso lo que era verdadero, y confundiremos como verdad lo que era engaño y manipulación.
Pero al menos tendremos mejores posibilidades para no caer en la trampa de las mentiras, que consiste en impulsar a la gente a simpatizar con unos y a odiar a otros, a comprar cosas inútiles o a invertir en lo que luego puede arruinarnos.
En el mundo hay una mezcla continua entre grandeza y miseria, valor y cobardía, justicia e injusticia, honestidad y engaño. En ese mundo, con una buena dosis de prudencia, podremos identificar lo bueno, aunque no esté donde lo esperábamos; y lo malo, aunque nos sorprenda encontrarlo entre quienes creíamos buenos.
Luego, cuando la niebla de la mentira se haga más densa, aprenderemos a esperar que el viento disipe falsedades, y a no formular juicios precipitados que no pueden ser válidos por estar fundados sobre arenas movedizas y espejismos que encandilan.
Sobre todo, aprenderemos a reconocer que el único Juez que conoce por completo los corazones humanos es Dios. Ese Dios nos invita continuamente a vivir en la verdad para, así, promover un mundo un poco más justo y más solidario. FP
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