Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará Muy
entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor? Él
respondió: El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El
Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el
Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: ¿Soy yo acaso, Rabí? Dícele:
Sí, tú lo has dicho.
La traición de Judas Iscariote nos parece una acción
totalmente repugnante. Y nos cuesta entender el misterio de ese hombre. ¿Qué
motivos tenía para traicionar a su Maestro?
Fue elegido, un día, por Jesús para formar parte del círculo
más íntimo de sus amigos. Lo acompañó durante su vida pública. Escuchó sus
enseñanzas. Vio sus innumerables milagros. Y sin embargo lo entrega por treinta
monedas. ¿Qué habrá pasado en ese hombre para llegar a tal extremo?
No se sabe con seguridad cuáles han sido los motivos de su
traición. Unos piensan que ha sido por codicia. Según el Evangelio de San Juan,
él estaba encargado de la bolsa común y los demás apóstoles sospechaban que era
un ladrón. Pero, por otra parte, treinta monedas era muy poco dinero en aquel
tiempo. Sabemos también que Judas, cuando supo que Jesús había sido condenado,
se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas a los sumos
sacerdotes.
Otros piensan que Judas se sintió defraudado por su Maestro:
Jesús no era lo que él esperaba. Él esperaba una liberación de su pueblo del
yugo de los romanos, esperaba a un Mesías político. Los demás apóstoles tenían
también ambiciones humanas, pero en su contacto con Jesús, lograron purificar
su fe. Judas no consiguió eso y la traición fue su manera de vengarse. De todos modos, es muy difícil penetrar en el misterio
de ese hombre y de su acción: misterio de la debilidad y la maldad humana.
Como contraste, tenemos que ver la actitud de Jesús frente a
Judas. Más de un año antes de estos sucesos, el Señor le advierte a Judas: “Yo
mismo los elegí a ustedes los doce, y sin embargo uno de ustedes es un demonio”
(Jn 6, 70).
Después, cuando se acerca el momento, un acto de humillación
profunda frente a aquel que está a punto de traicionarlo: “Se levantó mientras
cenaba, echó agua en un recipiente y empezó a lavarles los pies a sus
discípulos” (Jn 13, 4s) - y sabemos
que Judas estaba entre ellos.
Y enseguida una segunda advertencia ante los doce: “Os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar... El Hijo del Hombre se va como
está escrito de él; pero ay del que va a entregar al Hijo del Hombre, más le
valdría no haber nacido”. Y cuando Judas le pregunta, si está hablando de él,
Jesús se lo confirma.
Y, finalmente cuando Judas consuma su traición con un beso,
el Señor le pregunta: “Amigo, ¿a qué vienes? ¿Con un beso traicionas al Hijo
del Hombre?” (Mt 26, 40; Lc 22, 48).
Hasta el final, Jesús lo considera amigo...
Por una parte, Jesús -por todos los medios- trata de salvar a
Judas, de detenerlo a tiempo. Por otra parte, quiere aceptar y cumplir la
voluntad del Padre en todo.
Queridos hermanos, ¿Y nosotros? ¿Tenemos motivos para
indignarnos contra Judas, motivos de condenarlo? NS
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