En esta sociedad ajetreada en la que impera el superempleo y
las ganas ciegas de tener cuanto más dinero mejor, estas palabras te chocan un
poco o mucho.
A Dios le encanta el descanso porque sabe que el hombre se
rehace con él.
Ciertamente que le incumbe el trabajo como un
deber, una tarea y un esfuerzo para ganarse el pan con el sudor de su frente.
Para ello, el hombre debe vencer muchos
obstáculos cada día y, máxime, en los momentos de prueba.
Bendigo el trabajo, dice Dios, pero no me gusta ver a mis
hijos nerviosos, tensos, estresados y de mal humor por un exceso de horas
trabajando con el único fin de poseer más a costa de vivir.
Noto que en esta sociedad adelantada, la misma juventud
trabaja, se divierte en exceso sin gustar para nada el descanso que merece el
cuerpo y la dedicación de su alma a otras cosas, entre las cuales, la principal
es el cultivo de su fe.
Hay gente que con tanto trabajo se olvida de reír, de amar,
de cantar.
Me da pena contemplar escenas en las cuales los
hombres se entienden a base de gritos. Detente
un poco. Fíjate bien: Tómate el tiempo de perder el tiempo. ¿Te suena a raro?
Pues es fundamental para que camines como un verdadero ser humano. Tómate el tiempo necesario para rezar. Sí, amigo, no eres
un coche o una máquina. Cambia de ritmo,
recarga las pilas de tu corazón para que lo sientas que vive en ti y en él
habita Dios.
A Dios le gusta el descanso.
Y en el umbral del verano, escucha bien: Conquista cada día
la paz de ti mismo. No te quejes de que no exista en el mundo. Dios está en ti, descansa en ti. FS
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