Reconocidos especialistas urgieron a las autoridades y a las sociedades
científicas del país a proteger la salud de la población ante el dramático
aumento de emisiones electromagnéticas no-ionizantes. Piden que se cree una
entidad reguladora.
Hay riesgos
para la salud que son invisibles.
La población camina tranquila, sin saber el daño al que se expone.
Y hay grupos con millonarios intereses que se esfuerzan porque esto se
mantenga así y permanezca silenciado.
Pero las
consecuencias están allí.
·
Alteración del ritmo cardiaco
·
Cambio en la expresión
genética
·
Cánceres
·
Diabetes
·
Deterioro cognitivo
·
Enfermedades cardiovasculares
·
Daños en el ADN
·
Aumento de los radicales
libres
·
Alteraciones en la calidad de
los espermatozoides
·
Abortos espontáneos
·
Daños neurológicos
·
Enfermedad de Alzheimer
·
Autismo
·
Trastorno por déficit de
atención con hiperactividad (TDAH)
·
Asma...
Estos son solo algunos de los peligros asociados
con las radiaciones de radiofrecuencia que 215 científicos de 41 países
comunicaron a las Naciones Unidas (ONU) y a la OMS en 2015 tras revisar más de
10.000 estudios científicos.
Sin embargo, lejos de la preocupación, las empresas de
telecomunicaciones con el apoyo de los gobiernos, están desplegando la red inalámbrica
de quinta generación (5G) para tener hogares y ciudades ‘inteligentes’.
Todo lo que poseamos desde refrigeradores hasta pañales para bebés,
tendrán antenas y microchips, que se conectarán de manera inalámbrica a
Internet.
Lo que no se reconoce es que esto “tendrá como resultado un impacto muy
fuerte en la salud de la gente y el medio ambiente a escala mundial”, advierten
los miembros argentinos de la Comisión Interamericana de Protección contra la
Radiación Electromagnética (CIPRACEM) en uno de los documentos anexos a una
alarmante carta que enviaron el miércoles último a autoridades nacionales,
provinciales y municipales del país, incluido el Ministerio de Salud de la
Nación.
Integrada por prestigiosos científicos e investigadores de distintas áreas,
la CIPRACEM también acompaña la misiva con un informe de revisión de la
literatura científica acerca de los efectos sobre la salud de las antenas de
estaciones base de telefonía celular, en el que da cuenta que en más del 70% de
los estudios realizados en 39 países, en condiciones urbanas reales, se
encontró que éstas provocaban enfermedades, cambios en los parámetros
biológicos como rotura del ADN, aumento de la frecuencia de cáncer -que en
algunos casos llega a ser cinco veces mayor que los valores en poblaciones
alejadas de las antenas.
“Los daños van
mucho más allá de los seres humanos, ya que hay abundante evidencia de daños a
plantas y vida silvestre y a animales de laboratorio", aseguran.
“Los niveles proyectados de radiación de radiofrecuencias,
serán decenas o cientos de veces mayores que los que existen actualmente, sin
posibilidad de escapar en ninguna parte del planeta, por lo que los daños
actuales a la salud crecerán en forma exponencial”, vaticinan y añaden que “en
5G se planifica ampliar las frecuencias de operación hasta 100 GHz,
desconociéndose si esas frecuencias provocan daños a la salud humana por no
haberse realizado aún investigaciones serias e independientes al respecto”.
El objetivo de la carta que envió la CIPRACEM, presidida por el doctor
Rodolfo Touzet, es “informar sobre un serio problema potencial: los efectos dañinos
derivados de la exposición a las radiaciones de campos electromagnéticos
generalmente conocidas como radiación no-ionizante, y de la imperiosa necesidad
de establecer medidas de protección para la población expuesta y su medio
ambiente”.
Si bien este es un problema de larga data, se ha agravado en los últimos
años debido a la extraordinaria expansión en los usos de la radiación
no-ionizante y ha alcanzado una altura que requiere intervención de las
autoridades pertinentes, argumentan.
Explican que las radiaciones no-ionizantes se utilizan fundamentalmente
en comunicación inalámbrica y en medicina, aunque también en otras actividades,
y que su uso se ha incrementado exponencialmente con la telefonía celular.
La radiación no-ionizante se diferencia de la más conocida radiación
ionizante (también llamada radiación atómica) en que por sus características
físicas no es capaz de ionizar a la materia con la que interactúa. “Sin
embargo, esto no la hace automáticamente segura porque la ionización no es el
único daño que la radiación puede inferir a las personas y su medio ambiente y
se requieren distintas medidas de protección para las personas expuestas a la
radiación sea esta ionizante o no-ionizante”, aclaran.
Los autores de la misiva ponen de manifiesto que mientras que existe un
sofisticado régimen de protección contra las radiaciones ionizantes, no existe
nada parecido contra las radiaciones no-ionizantes y que, debido a esta
falencia, miembros del público, trabajadores y pacientes expuestos a las
radiaciones no-ionizantes se encuentran desprotegidos de los efectos dañinos de
la exposición a estas radiaciones.
Puntualizan que el sistema de protección contra las radiaciones
ionizantes es internacional e intergubernamental y está fundado en valoraciones
científicas de los niveles y efectos de este tipo de radiaciones, las que son
llevadas a cabo periódicamente por el Comité Científico de las Naciones Unidas
sobre los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR), creado ex profeso para ese
menester por la Asamblea General de las Naciones Unidas. “No existe una
organización similar para las radiaciones no-ionizantes. UNSCEAR podría cumplir
con ese menester pero requeriría una instrucción específica de los Estados”,
indican.
MARCO
REGULATORIO
El sistema de protección contra las radiaciones ionizantes está además
basado en un paradigma o modelo de protección universalmente aceptado que fue
desarrollado a lo largo de los años por la Comisión Internacional de Protección
Radiológica (ICRP), una organización profesional de bien público.
En 1992 la Asociación Internacional de Protección Radiológica (IRPA)
creó una Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante
(ICNIRP), como una proxy de la ICRP. Sin embargo, después de 30 años, el
trabajo del ICNIRP no pudo igualar las actividades de la ICRP.
Los miembros de la CIPRACEM agregan que existe un sistema internacional
e intergubernamental de normas de seguridad para las radiaciones ionizantes. “Estas
normas tienen un consenso global, ya que son establecidas copatrocinadamente
por la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Organismo
Internacional de Energía Atómica (OIEA), la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), la Organización Marítima Internacional (OMI), la Agencia para la
Energía Nuclear de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (AEN/OCDE),
la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la OMS”, detallan para luego añadir: “Nada
similar a este sistema existe para la protección de personas y su medio
ambiente contra la radiación no-ionizantes”.
También señalan que, sobre la base de este sistema, los Estados han
contraído compromisos legalmente vinculantes para la protección contra las
radiaciones ionizantes, como la Convención 115 de la OIT sobre Protección
contra las Radiaciones de 1960, que establece obligaciones de los Estados para
la protección de los trabajadores contra la exposición a la radiación
ionizante. “Pero no existe ningún compromiso legalmente vinculante sobre la
protección contra la radiación no-ionizante”, enfatizan.
En ese sentido, desde la CIPRACEM se preguntan si las autoridades
responsables, sean estas nacionales, provinciales o municipales, están tratando
la protección contra las radiaciones no-ionizantes con las mismas
consideraciones éticas que tratan la protección de contra las radiaciones
ionizantes.
“Parece esencial que las autoridades busquen respuestas
inequívocas y no ambiguas a preguntas tales como:
·
¿Cuál es el consenso
científico sobre los efectos nocivos para la salud de la exposición a las
radiaciones no-ionizantes?
·
¿Cuál es el paradigma
utilizado para la protección contra las radiaciones no-ionizantes y cuáles son
sus bases éticas?
·
¿Cuál es el sistema de normas
y obligaciones que formalicen la protección contra las radiaciones no ionizantes?
·
¿Qué disposiciones se deben
establecer para la aplicación práctica de normas de protección frente a los
usos de las radiaciones no-ionizantes?”
Instan los firmantes de la carta, quienes aseguran que existen
soluciones y respuestas apropiadas para estas preguntas fundamentales y se
ponen a disposición para brindar asesoramiento en este sentido.
Al mismo tiempo, mientras se avance en ese trabajo, urgen a llevar
adelante acciones inmediatas.
En esa línea, proponen que las jurisdicciones políticas establezcan un
marco legislativo y reglamentario por el que se regiría de aquí en más la
protección contra las radiaciones no-ionizantes y la consecuente seguridad de
las instalaciones que las utilizan. “Ese marco legal y reglamentario debe
prever el establecimiento de:
1. Requisitos y las disposiciones aplicables en materia
de protección y seguridad;
2. Un sistema de otorgamiento de licencias relativas a
los usos de las radiaciones no-ionizantes, así como de prohibición de usos
carentes de licencia;
3. Un sistema de inspección y evaluación reglamentarias
de las utilizaciones de radiación no-ionizante para verificar el cumplimiento
de las disposiciones aplicables y de lo estipulado en las licencias; y,
4. Medidas para asegurar el cumplimiento de las
disposiciones aplicables y de lo estipulado en las licencias, inclusive medidas
de suspensión, modificación o revocación”, enumeran desde la CIPRACEM.
Además, aclaran que para cumplimentar estas
obligaciones cada jurisdicción debería proceder con el establecimiento de una
autoridad reguladora específica para las actividades que involucren la
exposición a las radiaciones no-ionizantes y para la protección de los miembros
del público, trabajadores y pacientes expuestos a las mismas.
Entre otras cosas, sugieren que la autoridad reguladora
deberá velar para que se restrinja la exposición de los miembros del público,
de los trabajadores y los pacientes a las radiaciones no-ionizantes al nivel
más bajo que sea razonablemente factible, y que todas las partes interesadas
eviten cualquier exposición innecesaria. “También fijarán niveles de exposición
máximas admisibles de radiaciones no-ionizantes que pueden recibirse de
cualquier fuente externa o interna al cuerpo”, prosiguen.
“Parecería que ha
llegado el momento de cerrar la brecha entre la protección contra la radiación
no ionizante y la protección contra la radiación ionizante”, finalizan los
autores de la carta, entre los cuales se encuentran, además de Touzet, el
doctor Daniel Orfila (director médico del IC-EM -Implantes Cocleares Equipo
Multicéntrico), el ingeniero Walter Fano (profesor responsable de Antenas y
Propagación Electromagnética de la Facultad de Ingeniería de la UBA), el doctor
Eduardo Legaspe (bioquímico, especialista en radioprotección de poblaciones
vulnerables por efectos de las radiaciones no ionizantes), la doctora Mariana
Lofeudo (abogada especialista en salud y ambiente. Docente de grado y posgrado
en la Facultad de Derecho de la UBA, a cargo del dictado del tema Contaminación
Electromagnética), el ingeniero Guillermo Defays (Master of Sciences en
Sistemas de Comunicaciones de la Universidad de Essex, Inglaterra), el
bioingeniero y magíster Esteban Rossi (profesor titular, Investigador de la
Fac. de Ingeniería de la UNER), el ingeniero Abel J. González (ARN-SAR-UNSCEAR-IAEA).
RIESGOS PARA
LA SALUD
La carta enviada a las autoridades del país por los argentinos de la
CIPRACEM fue acompañada de tres comunicados con información científica sobre
los múltiples riesgos asociados con los campos electromagnéticos (CEM) y una
extensa Guía Informativa elaborada por la misma entidad.
En esos documentos, enumeran algunos de los problemas más relevantes:
1. Se observó el crecimiento por factor 4 o 5 de la
frecuencia de los tumores cerebrales, de mayor malignidad, en aquellos países
que cuentan con estadísticas epidemiológicas, como es el caso de Francia,
Suecia, Australia, Inglaterra y Brasil. Se estima que solo por tumores
cerebrales la exposición a los campos electromagnéticos ha producido ya más de
4 millones de fallecimientos. Para determinar ‘la causalidad’ dos expertos del
IARC (los Dres. C. Portier y L. Hardell) aplicaron los 9 criterios de Sir
Bradford Hill obteniendo una muy fuerte evidencia de la causalidad atribuida a
la exposición a los CEM. En Argentina lamentablemente no contamos aún con
estadísticas nacionales y ya ha sido comunicada esta necesidad al Instituto
Nacional del Cáncer. Se cuenta solo con algunos datos parciales procedentes de
un servicio de cirugía que ha reportado que se quintuplicó, en solo 10 años, la
frecuencia de los neurinomas del acústico de grado 4, denominados gigantes.
2. Se ha observado también un gran aumento de los tumores
de tiroides, y de colon y recto en personas muy jóvenes en Estados Unidos
atribuido al uso de celulares en los bolsillos.
3. Además del efecto carcinogénico se observa la
co-carcinogénesis en personas y animales, aumentando el número, volumen y
agresividad de los tumores preexistentes lo cual determina la necesidad
inmediata de proteger a todos los pacientes con cáncer.
4. Se observa una sensible debilitación del sistema
inmunológico ocasionado por la inhibición de la calcineurina sumada al aumento
de la permeabilidad de la membrana hemato-encefálica, así como el cambio en la
expresión de algunos oncogenes y cambios epigenéticos que producen una
disminución de las defensas naturales del organismo, lo cual en el caso de una
pandemia resulta doblemente grave.
5. Hay otros efectos sobre la salud, que afectan el
sistema reproductor masculino y femenino, en personas y animales, incluyendo el
aumento de los abortos espontáneos, también sobre el sistema endócrino y las
hormonas, en particular sobre la melatonina, también sobre el sistema de
circulación sanguínea y sobre el sistema nervioso con enfermedades neurológicas
y psiquiátricas, el autismo y el aumento de la enfermedad de Alzheimer en
personas muy jóvenes.
6. “A diferencia de las radiaciones ionizantes cuyos
efectos se observan solamente a valores de exposición muy superiores a los
límites establecidos para el público y los trabajadores, en el caso de los CEM
estos efectos ocurren frecuentemente a valores de exposición 100 veces por
debajo de los límites establecidos, razón por la cual se puede afirmar que el
poder cancerígeno de los CEM es, como mínimo, 1.000 veces superior al de las
radiaciones ionizantes”, enfatizan.
7. HIPERSENSIBILIDAD
En otro de los informes, referido al diagnóstico y
tratamiento de personas con Hipersensibilidad Electromagnética (EHS), los
miembros de la CIPRACEM ponen de manifiesto que en base a los datos de
diferentes países, se estima que actualmente un 50% de la población mundial
puede sufrir EHS con diferentes grados de sensibilidad, desde los que no pueden
soportar un CEM y deben aislarse hasta los que poseen sólo síntomas leves.
“En Suecia, gracias al trabajo del científico Olle
Johansson y su equipo del Instituto Karolinska, la electrosensibilidad ha sido reconocida
oficialmente como una discapacidad, e incluso se dan ayudas económicas a los
afectados para que puedan proteger sus viviendas de los campos
electromagnéticos”, informan.
En diálogo con EL AUTOR DE ESTA NOTA, Touzet -quien cuenta con más de 50
años de experiencia en el tema de las radiaciones- aseguró que si los daños que
se están viendo asociados a las antenas de telefonía celular se viesen alrededor
de una central nuclear, “la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) la cierra”.
Por eso lamentó la inexistencia de una autoridad regulatoria en materia
de radiaciones no ionizantes, al tiempo que precisó que “las normas que hay que
cumplir con las radiaciones no ionizantes son las mismas que para las
ionizantes: el ICRP-103, que es el documento que se usa cuando una persona se
hace una tomografía, una radiografía, o para proteger a los trabajadores de una
central nuclear”.
El mecanismo de acción de las radiaciones ionizantes es prácticamente el
mismo que el mecanismo de acción de las no ionizantes, dijo Touzet. “La
diferencia está en que las ionizantes rompen directamente el ADN o lo rompen en
forma indirecta, produciendo productos reactivos en el protoplasma.
Las no ionizantes no lo puede romper en forma directa -porque no les
alcanza la energía- pero producen esos productos oxigenados que rompen el ADN y
esto está comprobado.
Por eso es que se ven aberraciones cromosómicas (cuando los cromosomas
no son los normales)”, describió.
SIN
JUSTIFICACIÓN
Por otro lado, Touzet apuntó que la gran mayoría de las emisiones de
radiaciones no ionizantes no encuentran una justificación en términos de
costo-beneficio. “En la actualidad el 99% de las emisiones de las antenas de
telefonía celular son producto del envío de publicidad, no solo en cuanto a
cantidad sino también en gasto de energía.
Son los mensajes que llegan de distintas
empresas ofreciendo tarjetas de crédito, créditos bancarios, sorteos, etcétera.
La dosis de radiación que recibimos depende de
los mensajes: si no hay ningún mensaje, no hay dosis”, resumió.
Asimismo, expresó que la mayor dosis de radiación no ionizante que uno
recibe es del teléfono móvil. “Si uno lo apoya en la cabeza al hablar o contra
el cuerpo, la dosis es mucho mayor”, destacó.
Consultado sobre las motivaciones detrás de la ausencia de controles
sobre las antenas de telefonía celular pese a los riesgos para la salud, Touzet
coincidió en que tiene que ver con el caudal de dinero que mueve este negocio. Es mucho más de lo que
uno imagina", alertó. BA
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