Es el modo como la Iglesia en su cabeza y en su cuerpo
místico o miembros puede ponerse en contacto y comunicación con Dios, a través
de gestos, palabras, ritos, acciones y así poder participar de la maravillosa
gracia de Dios, santificarnos y entrar en esa vida íntima de Dios.
Otra definición más formal sería ésta: liturgia es el
conjunto de signos y símbolos con los que la Iglesia rinde culto a Dios y se
santifica. Todas las acciones litúrgicas: oración, sacramentos están dirigidas,
por tanto, a dar culto a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu
Santo, y a la santificación de cada uno de los fieles que forman esta Iglesia
de Cristo.
En palabras del papa Pío XII en su encíclica ‘Mediator Dei’:
“La liturgia no es solamente la parte exterior y sensible del culto, ni mucho
menos el aparato de ceremonias o conjunto de leyes y reglas..., es el ejercicio
del oficio sacerdotal de Cristo”.
En la Constitución Sacrosanctum Concilium, número 7,
encontramos esta definición concisa: “Es el ejercicio del oficio sacerdotal de
Cristo, por medio de signos sensibles, que realizan de una manera propia la
santificación del hombre”.
La liturgia es, pues, el servicio que el hombre da a Dios,
porque Él se lo merece. Y trae aparejada nuestra propia santificación, es
decir, gracias a la liturgia nosotros nos vamos santificando, purificando, pues
quien entra en contacto con Dios, recibe ese fuego divino que calienta,
purifica y perfecciona.
En cada acción litúrgica que realizamos (participación en una
misa, en cualquier sacramento, en la Liturgia de las Horas) Dios nos hace
participes de su salvación.
Una bella definición nos la ha dado Juan Pablo II en la carta
apostólica con motivo del cuadragésimo aniversario de la ‘Sacrosanctum
Concilium’: “¿Qué es la liturgia sino la voz unísona del Espíritu Santo y la
Esposa, la santa Iglesia, que claman al Señor Jesús: ‘Ven’? ¿Qué es la liturgia
sino la fuente pura y perenne de ‘agua viva’ a la que todos los que tienen sed
pueden acudir para recibir gratis el don de Dios? (cf. Jn 4, 10)” (Vicesimus
Quintus Annus, n. 1)... “La liturgia es el lugar principal del encuentro entre
Dios y los hombres, de Cristo con su Iglesia” (n. 7).
El Catecismo de la Iglesia Católica ha explicado también que
la misma palabra liturgia significa, en la tradición cristiana, que el pueblo
de Dios toma parte en la obra de Dios. En la liturgia, Cristo nuestro Redentor
y Sumo Sacerdote, hace presente en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de
nuestra Redención (n. 1069). AR
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