Texto
del Evangelio (Mt 11,25-30): En
aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes,
y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el
Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo
se lo quiera revelar.
»Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Comentario del Evangelio
Hoy oímos a Jesús-Dios hablar de su propio ‘corazón’.
¡Un corazón manso y humilde! San Juan describió la escena de Cristo
crucificado, con su costado traspasado por una lanzada. Contemplar esa imagen
nos ayuda a entender que ‘Dios es amor’ hasta lo inimaginable.
—Jesús, en tu corazón traspasado me sumerjo y en tu
amor encuentro reposo: sufres sin hacer sufrir; sufres, pero ni nos lo cuentas
ni nos lo tienes en cuenta… ¡Perdónanos, Señor!
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