Allá en los cementerios, unos se muestran con entereza y procuran a dar ánimos a los familiares, pero sin apertura a la trascendencia; otros, más espirituales hacen referencia la vida en plenitud; otros finalmente dicen: «ya se acabó todo, la vida termina así».
La muerte sólo dura un instante, un segundo; es el momento en que damos el salto de lo provisional a lo definitivo, de lo temporal a lo eterno. Los que mueren nacen a la Vida verdadera y empiezan a disfrutar la vida que no se acaba. La muerte espanta a los hombres y los tiene atemorizados; pero es sólo un fantasma inexistente. No puede arrebatarnos a las personas que amamos entrañablemente.
Estas o están ya en el gozo santo de Dios, o se purifican de sus pecados o desesperados ya no podrán amar jamás. Por eso, es falso, es superstición, dar culto a quien llaman por ahí la santa muerte. Realmente no morimos como pensamos muchos, digamos, mejor que entramos a la vida eterna y ahí nos espera el Dios del amor. JFRRC
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