En
esta línea, y atendiendo a las particulares circunstancias de los Países que
Ustedes aquí representan, creo importante detenernos en el papel que el turismo
puede jugar en la misión ‘evangelizadora’ de la Iglesia. Abordar la Pastoral
del Turismo desde este aspecto, por otro lado, hace más fácil insertarla en el
conjunto de la pastoral ordinaria de la Diócesis, de las Eparquías, de las
Parroquias. De este modo, la Pastoral del Turismo dejará de ser algo marginal,
un servicio puramente fuera de la comunidad local, casi un esfuerzo que se
realiza robando recursos y tiempo a sus propias necesidades.
Sin
duda el tema central que deberá presidir la Pastoral del Turismo en estos
vuestro Países es el de la acogida. Para las Orientaciones la acogida es ‘el
núcleo central de la Pastoral del Turismo’ en general. ‘Su expresión más
profunda’ es la acogida de los turistas en la celebración eucarística. No voy a
recordar aquí la riqueza teológica y eclesiológica que envuelve la celebración
eucarística. Me limito a sugerir que es precisamente de esta riqueza de donde
deben derivarse los principios pastorales fundamentales para la acogida de los
turistas, y esto es fundamental, también, para la aceptación de esta pastoral
específica en el contexto territorial de la ordinaria.
Incorporar
en el seno la comunidad del lugar, aunque sea de modo transitorio, a hermanos y
hermanas de otra lengua, de otra cultura, de otros horizontes sociales, pero de
una misma fe, significa para ella una apertura a la universalidad. El esfuerzo
que sus miembros tendrán que hacer para comprender a los visitantes – para
comprenderlos no sólo a través de la diferencia de lengua – es un estímulo para
reflexionar sobre la propia fe y para descubrir nuevas formas de su expresión.
Al incorporar a la celebración comunitaria a los turistas, la comunidad somete
a prueba su autenticidad. Ahí no valen – o no deberían valer – los recursos del
‘marketing’, tan usuales en la propaganda turística, que velan la realidad o la
adaptan a los deseos del cliente. También en la celebración en que participan
turistas, la comunidad sigue confesando sus pecados, sigue orando por sus
necesidades, sigue dando gracias a Dios por sus riquezas. De esta forma, la
comunidad se descubre también ante el turista en toda su autenticidad. Y al hacerlo,
invita al turista a la ‘comunión’, a la ‘caridad’, para que su visita al País
extranjero sea de veras un acercamiento a los hermanos cristianos y en
humanidad. De esta forma, desde el corazón de su existencia creyente, desde la
Eucaristía, la comunidad local actúa para que también el turista encuentre en
su viaje un modo excepcional de vivir su fe, su ‘catolicidad’, de forma
concreta.
Como
en toda acción pastoral, la Eucaristía es, en efecto, como la cima y la fuente
de la que todo deriva, y de ella surgen las otras acciones e iniciativas que
los miembros de la comunidad irán actuando en su vida. Así, los trabajadores
que atienden a los turistas, especialmente quienes están en contacto más
directo con ellos, podrán expresar esta ‘espiritualidad’ de la acogida en la
atención respetuosa, en la cordialidad, en la honestidad y en la invitación
explícita a la participación en las celebraciones de la comunidad, si así
juzgan oportuno.
En
no pocas ocasiones, según las estructuras turísticas que se hayan desarrollado
en el lugar, se ofrecerá o se buscará la ocasión de celebrar la Eucaristía con
respeto en los mismos centros turísticos. Al hacerlo, ante todo, como es
evidente, deben considerarse muy atentamente las condiciones del lugar y del
desarrollo de las celebraciones. Pero, además, debe hacerse todo lo posible
para que en dichas celebraciones no falte nunca la presencia de la comunidad
local, en cuanto sea posible.
Sin
duda, la ‘pastoral de la acogida’ con que se responde a la llegada de turistas
suscitará otras muchas iniciativas, como en realidad está ya sucediendo en
vuestros Países, y por esto vamos a escucharnos unos a otros. En unos casos
será la adecuación de lugares específicos donde los turistas puedan transcurrir
unos días de reflexión personal o donde puedan encontrar oportunidades de un
contacto más directo con la población local, o simplemente puedan visitar el
lugar de una forma mucho más ‘fraternal’, ‘informal’.
Sin
embargo, habida cuenta de la procedencia mayoritaria de los turistas que
visitan vuestros Países, es obligado hacer referencia a un aspecto que, en mi
opinión, constituye un servicio importantísimo de vuestras Iglesias a la
universalidad eclesial, e incluso diría a la humanidad. Me refiero al hecho que
los turistas, que les visitan a Ustedes, tienen la oportunidad de tomar
contacto más directo con el Islam. Como sabéis de sobra, y por propia
experiencia, la convivencia religiosa y cultural con el Islam es uno de los
mayores retos planteados a vuestras comunidades, como lo está empezando a ser
al menos para algunas de las sociedades europeas. No es una cuestión de fácil
solución. Toda convivencia exige el diálogo y la adaptación por parte de ambos
interlocutores. Pero la visita a los Países donde el Islam informa toda la
cultura y la vida social, ofrece por lo menos la oportunidad de obtener una
información y una visión más directas. Ciertamente, la brevedad de la visita no
hará posible que este conocimiento se transmita de una forma sistemática ni
completa, pero hay que tener muy en cuenta la sicología del turista, su
sensibilidad y su acentuada receptividad a cuanto puede constituir una
experiencia valiosa y novedosa. En este sentido, estoy convencido que las
Iglesias locales cuentan con una riquísima tradición que es urgente poner al
servicio de esta misión que se les presenta hoy como una gran oportunidad de
servicio a las Iglesias hermanas de Europa y del mundo.
Por
último, es conveniente también evaluar las posibilidades que se ofrezcan a la
Iglesia para desarrollar esta pastoral de la acogida en colaboración con las
autoridades del País y con los responsables de la industria turística. Es una
dimensión que corresponde ante todo a los laicos. Ellos deben buscar el modo de
contribuir a que las decisiones que se toman en este campo sean impregnadas del
sentido cristiano y humano que les enseña su fe. Pero también la Iglesia como
tal, en cuanto sea posible y oportuno, manifestará su opinión, sus sugerencias,
sus críticas, si fuere necesario, a fin de que el desarrollo turístico proceda
en el espíritu plasmado en los documentos que mencioné al inicio de mi
intervención.
En
este punto, podemos pensar más en concreto, en la participación de los jóvenes,
que ahora buscan en el extranjero la salida a sus problemas, dejando vuestras
comunidades sin la linfa vital de la esperanza, que las familias cristianas
jóvenes representan. El sector turístico podría ser, en un futuro de paz, una
atracción posible y provechosa. AM
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