Lo
dicen todos los estudios. La religión está en crisis en las sociedades
desarrolladas de Occidente. Son cada vez menos los que se interesan por las
creencias religiosas. Las elaboraciones de los teólogos no tienen apenas eco.
Los jóvenes abandonan las prácticas religiosas. La sociedad se desliza hacia
una indiferencia creciente.
Hay,
sin embargo, algo que nunca hemos de olvidar los creyentes. Dios no está en
crisis. Esa Realidad suprema hacia la que apuntan las religiones con nombres
diferentes sigue viva y operante. Dios está también hoy en contacto inmediato
con cada ser humano. La crisis de lo religioso no puede impedir que Dios se
siga ofreciendo a cada persona en el fondo misterioso de su conciencia.
Desde
esta perspectiva, es un error «demonizar» en exceso la actual crisis religiosa,
como si fuera una situación imposible para la acción salvadora de Dios. No es
así. Cada contexto sociocultural tiene sus condiciones más o menos favorables
para el desarrollo de una determinada religión, pero el ser humano mantiene
intactas sus posibilidades de abrirse al Misterio último de la vida, que le
interpela desde lo íntimo de su conciencia.
La
parábola de «los invitados a la boda» lo recuerda de manera expresiva. Dios no
excluye a nadie. Su único anhelo es que la historia humana termine en una
fiesta gozosa. Su único deseo, que la sala espaciosa del banquete se llene de
invitados. Todo está ya preparado. Nadie puede impedir a Dios que haga llegar a
todos su invitación.
Es
cierto que la llamada religiosa encuentra rechazo en no pocos, pero la
invitación de Dios no se detiene. La pueden escuchar todos, «buenos y malos»,
los que viven en «la ciudad» y los que andan perdidos «por los cruces de los
caminos». Toda persona que escucha la llamada del bien, del amor y de la
justicia está acogiendo a Dios.
Pienso
en tantas personas que lo ignoran casi todo de Dios. Solo conocen una
caricatura de lo religioso. Nunca podrán sospechar «la alegría de creer». Estoy
seguro de que Dios está vivo y operante en lo más íntimo de su ser. Estoy
convencido de que muchos de ellos acogen su invitación por caminos que a mí se
me escapan. JAP
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