Mateo
recuerda dos parábolas de Jesús. La primera es muy clara. Hay algunos que
«escuchan las palabras de Jesús» y «las ponen en práctica». Toman en serio el
evangelio y lo traducen en vida. Son como el «hombre sensato» que construye su
casa sobre roca. Es el sector más responsable: los que van construyendo su vida
y la de la Iglesia sobre la verdad de Jesús.
Pero
hay también quienes escuchan las palabras de Jesús y «no las ponen en
práctica». Son tan «necios» como el hombre que «edifica su casa sobre arena».
Su vida es un disparate. Si fuera solo por ellos, el cristianismo sería pura
fachada, sin fundamento real en Jesús.
Esta
parábola nos ayuda a captar el mensaje fundamental de otro relato en el que un
grupo de jóvenes salen, llenas de alegría, a esperar al esposo para acompañarlo
a la fiesta de su boda. Desde el comienzo se nos advierte que unas son «sensatas»
y otras «necias».
Las
«sensatas» llevan consigo aceite para mantener encendidas sus lámparas; las
«necias» no piensan en nada de esto. El esposo tarda, pero llega a medianoche.
Las «sensatas» salen con sus lámparas a iluminar el camino, acompañan al esposo
y «entran con él» en la fiesta. Las «necias», por su parte, no saben cómo
resolver su problema: «se les apagan las lámparas». Así no pueden acompañar al
esposo. Cuando llegan es tarde. La puerta está cerrada.
El
mensaje es claro y urgente. Es una insensatez seguir escuchando el evangelio
sin hacer un esfuerzo mayor para convertirlo en vida: es construir un
cristianismo sobre arena. Y es una necedad confesar a Jesucristo con una vida
apagada, vacía de su espíritu y su verdad: es esperar a Jesús con las «lámparas
apagadas». Jesús puede tardar, pero nosotros no podemos retrasar más nuestra
conversión. JAP
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