Nuestro
problema consiste en que la sociedad actual nos programa para buscar la
felicidad por caminos equivocados que casi inevitablemente nos conducirán a
vivir de manera desdichada.
Una
de las instrucciones erróneas dice así: «Si no tienes éxito, no vales». Para
conseguir la aprobación de los demás e, incluso, la propia estima hay que
triunfar.
La
persona así programada difícilmente será dichosa. Necesitará tener éxito en
todas sus pequeñas o grandes empresas. Cuando fracase en algo, sufrirá de
manera indebida. Fácilmente crecerá su agresividad contra la sociedad y contra
la misma vida.
Esa
persona quedará, en gran parte, incapacitada para descubrir que ella vale por
sí misma, por lo que es, aun antes de que se le añadan éxitos o logros
personales.
La
segunda equivocación es ésta: «Si quieres tener éxito, has de valer más que los
demás». Hay que ser siempre más que los otros, sobresalir, dominar.
La
persona así programada está llamada a sufrir. Vivirá siempre envidiando a los
que han logrado más éxito, los que tienen mejor nivel de vida, los de posición
más brillante.
En
su corazón crecerá fácilmente la insatisfacción, la envidia oculta, el
resentimiento. No sabrá disfrutar de lo que es y de lo que tiene. Vivirá
siempre mirando de reojo a los demás. Así, difícilmente se puede ser feliz.
Otra
consigna equivocada: «Si no respondes a las expectativas, no puedes ser feliz».
Has de responder a lo que espera de ti la sociedad, ajustarte a los esquemas.
Si no entras por donde van todos, puedes perderte.
La
persona así programada se estropea casi inevitablemente. Termina por no
conocerse a sí misma ni vivir su propia vida. Sólo busca lo que buscan todos,
aunque no sepa exactamente por qué ni para qué.
Las
Bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o
no, y nos urgen a eliminar programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi
vida si yo acertara a vivir con un corazón más sencillo, sin tanto afán de
posesión, con más limpieza interior, más atento a los que sufren, con una
confianza grande en un Dios que me ama de manera incondicional? Por ahí va el
programa de vida que nos trazan las Bienaventuranzas. JAP
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