Nos
agrada ciertamente la diversidad; pero tenemos miedo al caos y a que no exista
Alguien que dé pleno sentido y unidad a los que somos y hacemos; Alguien que
nos garantice – además–el punto de arranque y el punto final para organizar
nuestra persona y la sociedad. Ese Alguien –indudablemente– es Dios. Busquemos,
pues, la verdad de nuestro ser y la manera de ejercer nuestra libertad con
discernimiento y responsabilidad, con gozo y esperanza.
Por
lo tanto, para organizar nuestra sociedad, no bastan las informaciones y
consultas que pueden venir de todas partes. Sólo quien acepta y reconoce a Dios
como prioridad, puede conocer realmente la realidad del hombre y responder a la
realidad social de modo verdaderamente humano. En una palabra no pretendamos
construir nuestra sociedad como si Dios no existiera. FRRC
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