No es tarea fácil sentirse bien con uno mismo. Somos una tarea incompleta, un proyecto inconcluso y que muchas veces
intentamos llevar adelante sin mucho éxito; pero no solo eso, sino que además de
sentir que nos falta algo, puede ser que experimentemos que lo poco que
tenemos, es deficiente, carente de virtud y más inclinado a lo pobre y malo.
Seguro es parte de nuestra fragilidad humana y
también de la mentira de satanás, que a diario intenta convencernos de que
debemos estar enemistados con Dios, no creer en sus promesas y alejarnos de sus
caminos.
“The skit guys” son un par de amigos cristianos, que usando el humor y su talento
para el teatro, llevan años publicando videos con mensajes espirituales,
reflexiones y contenido cristiano que toca profundamente a quienes lo ven
porque todo lo que hacen está profundamente encarnado en la vida cotidiana, en
la rutina de un cristiano común y corriente y queremos compartirles un video de
ellos para acompañar la reflexión.
Creo que todos podemos vernos reflejados en el protagonista del video, una
persona profundamente encariñada con su pecado, con sus hábitos, con lo que ha
construido de sí mismo y cómo ha formado su propia identidad, sus convicciones,
su persona.
He ahí lo bello del video: Dios
no viene a reemplazar nada, no viene a pedirnos que hagamos cosas, que
adoptemos actitudes como si se tratara de incómodas prótesis que van a causar
heridas y malestar. Al contrario, convertirnos es deshacernos de aquello
que no tiene nada que ver con nosotros, pero que con los años se ha ido
enraizando en lo más profundo. Al mismo tiempo, y en la medida que se va
despejando nuestro espíritu y Dios va limpiando el camino, van apareciendo más
claros nuestros propósitos, el sentido real de nuestra vida, los ‘por qué’ y
‘para qué’ que generalmente están rondando sin respuestas.
Todo eso, lindo en el papel, es tremendamente desafiante en la vida real.
No solo duele, como al protagonista del video, sino que las cinceladas son
lentas, muchas veces vuelve a crecer todo lo que había sido arrancado de raíz,
como si se tratara de un cáncer espiritual que no quiere dejarnos y se ramifica
y fortalece cada vez que lo arrancamos. Siendo así hay dos caminos que se
cruzan y que nos llevan de forma simultánea lejos de Dios, el del pecado no
convertido virtud en nuestra vida y el de la falta de propósito. Cuando hacemos
esa ruta en el sentido correcto, los cristianos decimos que estamos en un
camino de conversión. Este concepto de la conversión puede prestarse a ciertas
confusiones, pues para el imaginario colectivo, convertirse es cambiar de
forma, pasar de una cosa a otra completamente diferente. Es dar un giro de 180
grados.
Cuando hablamos de conversión usamos testimonios
de grandes cristianos que cambiaron su vida de forma radical, pasando por san
Pablo, san Agustín y hasta actores y artistas de nuestra época, quienes hicieron
opciones por Cristo de forma radical abandonando todo lo que antes consideraban
bueno y abrazando a Jesús como el centro de sus vidas. Esto está fantástico, pero no se trata solo de eso. En estricto
rigor, el cambio no debería cambiarme sino que, acercarme más a lo que soy
realmente, asemejarme más a lo que Dios tenía pensado al momento en que me
pensó y creó, volverme más yo mismo, más auténtico y deshacerme de la máscara
que el pecado ha puesto sobre mi vida.
La invitación es a que nos dejemos convertir por Dios, que nos abramos a
sus cinceladas, que aparezca bajo esa cáscara de pecado la ‘obra maestra’ que
Él mismo ha creado en nuestras vidas, que creamos de corazón que nuestra vida
no debe convertirse en otra cosa, sino que asemejarse a aquello que le dará aún
más sentido, más propósito y en donde nuestro corazón encontrará la paz. Nunca
creas que convertirse y seguir los pasos del Señor, son una tortura sin
sentido, nunca más le creas a satanás… creamos en Jesús, quien dando su vida,
transforma la nuestra. SC
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