En
lo profundo, un mundo inmenso, rico, lleno de vida. Peces y corales, cangrejos
y medusas, pulpos y moluscos, nacen, viven y mueren en medio de rumores
extraños y de luces que bailan con las olas.
Nos
ponemos un visor y miramos hacia adentro. El ruido de la superficie desaparece,
mientras lo profundo revela sus secretos. Bancos de peces pequeños rodean al
observador. La luz del sol, a través del agua, intenta en vano llegar hasta más
abajo y más lejos, mientras algunas pequeñas piedras bailan al compás de la
marea.
La
vida de cada ser humano es misteriosa. En la superficie, ante el espejo, ante
los ojos ajenos, aparece un color, unas pecas, una mirada fugitiva, un diente
roto, un pendiente que cuelga de la oreja izquierda. Lo profundo queda
escondido. A los ojos de los demás y, también, a los ojos de uno mismo.
¿Cómo
descubrir mi propio misterio? ¿Cómo saber si soy sólo un soplo pasajero, una
roca testadura, una hierba que hoy crece y mañana será quemada junto a la leña
del invierno? ¿Cómo intuir si nací para brillar como una cometa, si existí para
alegrar a otros, si moriré sin dejar detrás de mí una estela, un recuerdo, una
oración en algún corazón amigo?
Miro
hacia arriba. La luna asoma sus misterios en el cielo. Júpiter rompe el
horizonte, mientras las primeras estrellas mandan una luz lejana, inquieta. Tal
vez habrá que preguntar a Dios. Tal vez habrá que hablar con su corazón de
Padre. Tal vez será hora de sentir que su mirada me acoge, me levanta; que su
sonrisa da sentido a mis penas y dolores, a mis momentos de alegría y de
victoria.
Volvemos
a casa. Queda el recuerdo de un mar inmenso, rico, lleno de misterios. Como la
vida de cada humano. Como mi vida, con sus momentos pasajeros y con su centella
divina. No he nacido para el absurdo ni para el viento. La tumba no será la
última palabra de mi historia.
Desde
ahora, en lo más íntimo de mí mismo, puedo descubrir que el Amor da sentido a
cada vida humana. A la mía y a la de quien vive cerca o lejos. A la de quien
hoy llora, desesperado, porque no descubre el misterio de lo profundo, la
caricia de un Dios que está siempre a nuestro lado... FP
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