Laico, 05 de Octubre
Martirologio
Romano: En Rímini,
Italia, beato Alberto Marvelli, laico que vivió fielmente el compromiso
apostólico de los laicos en la transformación cristiana de la sociedad. (1946)
Fecha de beatificación: 5 de
septiembre de 2004, por el Papa Juan Pablo II.
Nace en Ferrara,
Italia, el 21 de marzo de 1918. Es el segundo de seis hermanos. Crece en una
familia cristiana, en la que a la vida de piedad se unen actividades caritativas,
catequísticas y sociales.
Participa en el
Oratorio salesiano y en la Acción Católica, donde madura su fe con una opción
decisiva: “mi programa de vida se resume en una palabra: santidad”.
Alberto reza con
recogimiento, enseña la catequesis con convicción, demuestra celo apostólico,
caridad y serenidad. Posee un carácter fuerte, decidido, voluntarioso y
generoso y un fuerte sentido de la justicia, por ello influye moralmente entre
sus compañeros. Es deportista y dinámico; ama el tenis, el fútbol, la natación,
las excursiones en la montaña, pero su gran pasión será la bicicleta, en la que
descubre un medio privilegiado para su apostolado y su acción caritativa.
Madura su
formación cultural y espiritual en la Federación Universitaria Católica
Italiana (F.U.C.I.), eligiendo como modelo de vida juvenil a Pier Giorgio
Frassati.
Una vez
finalizados sus estudios universitarios en ingeniería mecánica el 30 de junio
de 1941, Alberto debe enrolarse como militar, puesto que Italia está en guerra,
una guerra que él condena con lucidez y firmeza: “descienda pronto la paz con
justicia para todos los pueblos, la guerra desaparezca para siempre de la faz
de la tierra”. Dado de baja en el ejército por tener tres hermanos en el
frente, trabaja durante un breve período en la FIAT de Turín.
Tras los trágicos
acontecimientos del 25 de julio que lleva a la caída del fascismo y la
ocupación alemana del territorio italiano el 8 de septiembre de 1943, Alberto
vuelve a su casa de Rímini. Sabe cuál es su misión: transformarse en obrero de
la caridad.
Después de cada
bombardeo Alberto es la primera persona en ayudar a los heridos, a dar valor a
los sobrevivientes y a asistir a los moribundos, a sacar de las ruinas a los
sepultados vivos.
A su alrededor hay
no sólo ruinas sino también tanta hambre. Alberto distribuye a los pobres,
colchones, frazadas, ollas y todo lo que logra recoger. Va donde los campesinos
y comerciantes, compra alimentos y después, en su bicicleta cargada de
provisiones, sale en busca de los que tienen hambre. Muchas veces regresa a su
casa sin zapatos e incluso sin bicicleta: había dado a quien tenía más
necesidad que él.
Durante el período
de la ocupación alemana Alberto logra salvar a muchos jóvenes de la
deportación. Con una acción heroica consigue abrir los vagones del tren que
partía desde la estación de San Arcángel y libera a hombres y mujeres que iban
destinados a los campos de concentración.
Después de la
liberación de la ciudad el 23 de septiembre de 1945, al constituirse la primera
junta del Comité de liberación, entre los asesores figura Alberto Marvelli, a
pesar de no estar inscripto en ningún partido político ni pertenecer a los
“partegiani”. Todos han reconocido y valorado el gran trabajo realizado por él
a favor de los sin techo.
Tiene 26 años, es
joven, pero afronta concretamente los problemas, con aptitud y competencia.
Posee coraje en las situaciones más difíciles y una disponibilidad sin límites.
Le confían el cargo más arduo: ocuparse de poner orden en la concesión de
viviendas en la ciudad. Después le encargan el área de la reconstrucción, como
colaborador del Ente de Ingenieros Civiles.
Alberto escribe en
un pequeño bloc: “servir es mejor que hacerse servir. Jesús sirve”. Es con este
espíritu de servicio que Alberto asume siempre sus obligaciones cívicas.
Cuando en Rímini
vuelven a surgir los partidos políticos, se inscribe en la Democracia
Cristiana. Vive su compromiso político como un servicio a la sociedad
organizada: la actividad política podía y debía transformarse en la expresión
más alta de la fe vivida.
En 1945 el Obispo
lo llama a dirigir a los Profesionales Católicos. Su compromiso se sintetizó en
dos palabras: cultura y caridad.
Convencido de que
“no es necesario llevar la cultura sólo a los intelectuales sino a todo el
pueblo”, funda una Universidad popular. Abre un comedor para pobres. Los invita
a misa y reza con ellos; después, en la mesa sirve la comida y escucha sus
necesidades. Su actividad a favor de todos no conoce descanso. Como cofundador
de la A.C.L.I. (Asociación Católica de Trabajadores Italianos), forma una
cooperativa para los que se dedican a la construcción; es la primera
cooperativa “blanca” en la “roja” región italiana de la Romaña.
La intimidad con
Jesús Eucarístico lo lleva a no encerrarse en sí mismo, a no desatender su compromiso
con la historia. Por el contrario, cuando se da cuenta de que el mundo que lo
circunda está bajo el signo de la injusticia y del pecado, la Eucaristía le da
fuerzas para realizar su trabajo de redención y liberación, capaz de humanizar
la faz de la tierra.
Al anochecer del 5
de octubre de 1946, mientras se dirige en bicicleta a un comicio electoral,
siendo uno de los candidatos para la elección de la primera administración
comunal, un camión militar lo atropella y le provoca la muerte. Tenía 28 años.
Toda Italia lloró
su muerte. En la historia del apostolado de los laicos, la figura de Alberto
Marvelli se presenta como la de un precursor del Concilio Vaticano II en lo que
se refiere a la animación y el compromiso apostólico de los laicos en la transformación
cristiana de la sociedad. El siervo de Dios Jorge La Pira escribió sobre él:
“La Iglesia de Rímini podrá decir a las próximas generaciones: yo os muestro
cómo es la vida cristiana auténtica”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario