Texto del
Evangelio (Jn 6,22-29): Después que
Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando
sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del
mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la
barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos.
Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan.
Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos,
subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.
Al encontrarle
a la orilla del mar, le dijeron: «Rabí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les
respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis
visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado.
Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para
la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el
Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer
para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que
creáis en quien Él ha enviado».
«La obra de Dios es que creáis en
quien Él ha enviado»
Comentario:
Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Ripollet, Barcelona, España)
Hoy contemplamos los resultados de la
multiplicación de los panes, resultados que sorprendieron a toda aquella
multitud. Ellos bajan de la montaña, al día siguiente, hasta la orilla del
lago, y se quedan allí mirando Cafarnaúm. Se quedan allí porque no hay ninguna
barca. De hecho, sólo había habido una: aquella que en la tarde anterior había
marchado sin Jesús.
La pregunta es: ¿Dónde se encuentra Jesús? Los
discípulos han marchado sin Jesús, y, sin duda, Jesús allá no está. ¿Dónde
está, pues? Afortunadamente, la gente puede subir a unas barcas que han ido
llegando, y zarpan en busca del Señor a Cafarnaúm.
Y, efectivamente, al llegar a la otra orilla del
lago, le encuentran. Se sorprenden de su presencia allí, y le preguntan: «Rabí,
¿cuándo has llegado aquí?» (Jn 6,25).
La realidad es que la gente no sabía que Jesús había caminado por encima de las
aguas de manera milagrosa, y Jesús tampoco da respuesta directa a las preguntas
que le hacen.
¿Qué dirección y qué esfuerzo llevan a encontrar
a Jesús verdaderamente? Nos lo dice el mismo Señor: «Obrad, no por el alimento
perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará
el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su
sello» (Jn 6,27).
Detrás de todo esto continúa estando la
multiplicación de los panes, signo de la generosidad divina. La gente insiste y
continúa preguntando: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6,28). Jesús responde claramente:
«La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado» (Jn 6,29).
Jesús no pide una multiplicación de obras buenas,
sino que uno tenga fe en aquel que Dios Padre ha enviado. Porque con fe, el
hombre realiza la obra de Dios. Por esto designó la fe misma como obra. En
María tenemos el mejor modelo de amor manifestado en obras de fe.
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