Texto del
Evangelio (Jn 6,30-35): En aquel
tiempo, la gente dijo a Jesús: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en
ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según
está escrito: Pan del cielo les dio a comer». Jesús les respondió: «En verdad,
en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el
que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del
cielo y da la vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese
pan». Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá
hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».
«Es mi Padre el que os da el
verdadero pan del cielo»
Comentario:
Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Rubí, Barcelona, España)
Hoy, en las palabras de Jesús podemos constatar
la contraposición y la complementariedad entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento: el Antiguo es figura del Nuevo y en el Nuevo las promesas hechas
por Dios a los padres en el Antiguo llegan a su plenitud. Así, el maná que
comieron los israelitas en el desierto no era el auténtico pan del cielo, sino
la figura del verdadero pan que Dios, nuestro Padre, nos ha dado en la persona
de Jesucristo, a quien ha enviado como Salvador del mundo. Moisés solicitó a
Dios, a favor de los israelitas, un alimento material; Jesucristo, en cambio,
se da a sí mismo como alimento divino que otorga la vida.
«¿Qué señal haces para que viéndola creamos en
ti? ¿Qué obra realizas?» (Jn 6,30),
exigen incrédulos e impertinentes los judíos. ¿Les ha parecido poco el signo de
la multiplicación de los panes y los peces obrada por Jesús el día anterior?
¿Por qué ayer querían proclamar rey a Jesús y hoy ya no le creen? ¡Qué
inconstante es a menudo el corazón humano! Dice san Bernardo de Claraval: «Los
impíos andan alrededor, porque naturalmente, quieren dar satisfacción al
apetito, y neciamente despreciar el modo de conseguir el fin». Así sucedía con
los judíos: sumergidos en una visión materialista, pretendían que alguien les
alimentara y solucionara sus problemas, pero no querían creer; eso era todo lo
que les interesaba de Jesús. ¿No es ésta la perspectiva de quien desea una
religión cómoda, hecha a medida y sin compromiso?
«Señor, danos siempre de este pan» (Jn 6,34): que estas palabras,
pronunciadas por los judíos desde su modo materialista de ver la realidad, sean
dichas por mí con la sinceridad que me proporciona la fe; que expresen de
verdad un deseo de alimentarme con Jesucristo y de vivir unido a Él para
siempre.
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