Papa, 26 de Mayo
Elogio: También en
Roma, san Eleuterio, papa, a quien los famosos mártires de Lyon, en aquel
tiempo prisioneros, escribieron una célebre carta sobre el mantenimiento de la
paz en la Iglesia.
Fue Obispo de
Roma desde cerca del 174 al 189. El «Líber Pontificalis», una colección de
biografías de los papas de muy desigual valor histórico, escrita a lo largo del
siglo VI, dice que él era natural de Nicópolis, Grecia; y efectivamente su
nombre es griego, ya que «eleuthería» significa libertad. Por su contemporáneo
Hegesipo nos llega que era diácono de la Iglesia Romana bajo el papa san
Aniceto (c. 154-164), y evidentemente permaneció como tal bajo el papa san
Sotero, al cual sucedió cerca del año 174. En parte del pontificado fue
emperador Marco Aurelio (161-180), que a pesar de su sabiduría filosófica, no
ahorró persecuciones a nuestra fe, aunque la situación de los cristianos en
Roma no parece haber revestido especial gravedad. Y bajo el sucesor de Marco
Aurelio, su hijo Cómodo (180-192), los cristianos gozaron de paz.
Hacia la época
de Eleuterio surgió en Frigia una herejía que turbó internamente la paz
cristiana, se trataba del Montanismo, movimiento fundado por Montano, y que se
difundió durante décadas, hasta entrado el siglo III; a él perteneció, más
tarde que los años que nos ocupan, el conocido Tertuliano. El Montanismo
invocaba el liderazgo carismático del Espíritu Santo, y acentuaba el
escatologismo inminente, es decir, la llegada muy próxima del fin de este
mundo, con la consiguiente venida de la Jerusalén Celestial. De a poco fue
separándose más y más de la doctrina católica, cambiando la Eucaristía,
prohibiendo el matrimonio, etc. Pero no era fácil en los inicios de la herejía
darse cuenta de que se trataba de una nueva desviación, porque no negaba
claramente puntos de doctrina. Sin embargo, los aspectos «antisistema» de este
movimiento, pusieron en alerta al Imperio y, no en Roma pero sí en la Galia y
en el Oriente, muchos cristianos fueron martirizados por este motivo, aunque no
fueran montanistas (en definitiva, al Imperio le daba lo mismo un acento
teológico que otro). Ese es el contexto de la carta que menciona el «elogio»,
que los mártires de Lyon de la persecución en la Galia del 177 envían a los
fieles de Frigia, y también al Papa, pidiéndoles tolerancia y pacificación para
solucionar la crisis montanista. La carta a Roma fue llevada por san Ireneo de
Lyon, que aun no era obispo. Estas cartas no se conservan, pero sí las
referencias en la Historia de Eusebio de Cesarea.
Según se
deduce de Tertuliano, un obispo de Roma les envió a los montanistas unas cartas
de conciliación, que fueron luego dejadas sin efecto. Es posible que esa
actitud conciliadora se refiera al papa Eleuterio, ya que, estando él al inicio
de la crisis, es posible que haya agotado todos los medios para mantener la
comunión. El «Líber Pontificalis» le atribuye al papa Eleuterio un decreto de
que los cristianos no debían despreciar ninguna clase de comida «Y además
afirmó que ningún alimento sea repudiado por los cristianos, ya que han sido
creados por Dios». No es fácil saber el contexto de esta afirmación; en algunas
hagiografías se atribuye a la abolición de prácticas alimentarias judaizantes,
pero es poco probable, más bien es posible que se refiriera a las prohibiciones
alimentarias de los montanistas y gnósticos, o que el autor del «Líber» haya
proyectado hacia la época de Eleuterio un decreto que en realidad se refería a
las costumbres alimentarias de los priscilianistas, más en consonancia con la
fecha del «Líber Pontificalis».
No hay más
datos ciertos, auténticos o probables sobre Eleuterio. No hay constancia de que
haya muerto mártir, ni hay persecución a la que referir su legendario martirio.
Durante algunos siglos circuló la leyenda de que él había enviado misioneros a
Inglaterra, con lo que habría comenzado la primera evangelización de la Isla a
petición de un tal rey Lucio, desconocido por otras referencias. Sin embargo ya
no se sostiene hoy esa posibilidad histórica, por las insalvables dificultades
para encajar los datos discordantes que transmite el «Líber Pontificalis» y que
se han revestido de autoridad porque los repite varias veces Beda el Venerable.
Posiblemente la confusión sobre este envío de misioneros haya venido de una
mala lectura de algún copista del nombre de Lucio «Britio rege», que haría
alusión a Agbar IX (uno de cuyos nombres era Lucio), rey de Edessa («Britium
Edessenorum»), tomándolo por «Brittanio rege»; ésta es, según parece, la
hipótesis más plausible para explicar la alusión a esa inexistente primera
evangelización de Inglaterra.
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