Hay quienes
piensan que la ilegalización del aborto va contra el respeto a las democracias,
al ir contra lo aprobado por parlamentos que reflejan los deseos de los
ciudadanos. Otros afirman que tal ilegalización sería un auténtico atentado a
los ‘derechos humanos’ de la mujer, que es la única persona que ‘decide’ sobre
lo que ocurre dentro de su cuerpo.
Decir lo
anterior supone declarar que la defensa de la vida de los seres humanos no
nacidos sería algo ilegal y, por lo tanto, injusto y equivocado. Porque, según
algunos, algo se convierte automáticamente en ‘legal’ y ‘justo’ por el simple
hecho de ser aprobado por mayorías parlamentarias, por gobiernos o por
referéndum.
Sabemos, sin
embargo, que ha habido, hay y habrá leyes injustas, leyes que visten de
legalidad hechos y actuaciones que dañan o destruyen los bienes o la vida de
seres humanos inocentes.
Necesitamos
recordar que existe una ley superior, una justicia profunda, que está por
encima de las leyes humanas, impuestas a fuerza de votaciones por grupos de
poder que hoy, como en el pasado, buscan intereses particulares por encima del
respeto de los verdaderos derechos de todos.
Por eso es
urgente, hoy como ayer, reconocer que son y serán siempre injustas las leyes
que permitan eliminar vidas humanas no nacidas.
Suprimir leyes
que permiten el aborto será una señal de progreso cultural y ético, será un
signo de coherencia y valor entre quienes combaten contra las discriminaciones
basadas en la fuerza de algunos que desean asesinar a los más débiles e
indefensos entre los seres humanos: los embriones y fetos.
Son justas
sólo aquellas leyes que defienden a los hombres, no las que permiten
eliminarlos. No hay legalidad, ni democracia verdadera, ni justicia, allí donde
sea permitida cualquier forma de aborto.
Los derechos
humanos se hacen realidad cuando el ‘no’ al aborto se convierte en su ‘sí’
decidido para ayudar a toda mujer que ha empezado a ser madre, de forma que
pueda acoger y cuidar al hijo que lleva en el seno de sus entrañas. Sólo
entonces las leyes cumplen su función de promover y proteger la justicia, para
empezar a vivir en una sociedad más humana y más digna. FP
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