“El sol puede dañar la vista a través del efecto de la luz ultravioleta, que no se percibe por estar fuera del espectro lumínico que capta el ojo, es decir, se trata de una amenaza invisible. Puede afectar la superficie ocular (como sucede en la piel) y no sólo empeorar la sequedad por deshidratación, sino también favorecer la aparición y desarrollo de enfermedades como las pinguéculas y el pterigion, que son lesiones benignas, pero que, muchas veces, requieren ser operadas para su remoción, ya que comprometen la córnea y la visión”, advierte el médico oftalmólogo Germán Bianchi, jefe de trasplante de córnea de Clínica Nano.
Y añade: “El sol también puede predisponer a la aparición y desarrollo de tumores en la superficie ocular, y alterar las estructuras internas como el cristalino (acelera la aparición de cataratas) y la retina (modificaciones de la mácula), dos patologías que perturban la visión, aunque las cataratas se resuelven con una cirugía, mientras que para los problemas de la retina a veces no hay solución”.
Cómo cuidar los ojos
El médico sostiene que, así como se utilizan filtros de protección solar para la piel, hay que proteger los ojos: no exponerse si no es necesario, sobre todo, en el horario del mediodía y usar medidas de protección. En ese sentido, destaca los resultados de un reciente estudio realizado en China, y publicado en la revista Photochemistry and Photobiology. Los investigadores realizaron simulaciones con maniquíes expuestos al sol a lo largo del día y comprobaron que los anteojos comunes protegen, pero son la medida menos efectiva (34%) en comparación con los lentes de sol (92%). Sin embargo, fueron superados por medidas físicas, como la utilización de gorros, viseras o sombreros de ala ancha, con resultados de protección de entre un 94 a 97%.
“En la discusión de ese estudio surgen detalles interesantes como que, dependiendo de la posición de los anteojos de sol en la cara, protegerán más o menos, ya que si se alejan de las cejas unos 6 milímetros, el porcentaje de rayos UV que llegan al ojo puede pasar de 3,7% a un 44,8%”, apuntó y destacó que incluso hay trabajos sobre la influencia del diseño de los anteojos de sol. “Existe consenso en que las gafas de sol deben ser adquiridas en ópticas que garanticen su calidad. Además, hay que recordar que se debe disfrutar del sol utilizando todas las protecciones posibles, pero evitándolo en los momentos de máxima incidencia”.
Protección en el agua
Con más sol y más calor, aumenta el deseo de disfrutar del agua. El medio acuático de una pileta familiar, de un club, un lago, un arroyo, del río o del mar contiene otros seres vivos, minúsculos e invisibles, y también pueden existir partículas químicas como sucede con los productos para conservar las piscinas.
“Los ojos suelen ser la vía de ingreso de sustancias nocivas, químicas o también de parásitos, bacterias y virus. Las más frecuentes son las conjuntivitis virales del verano, afecciones que la mayoría de las veces son autolimitadas, pero que en ocasiones son muy contagiosas. Ocasionalmente, persisten de 2 a 4 semanas y siempre es recomendable acudir a un médico oftalmólogo para su diagnóstico y tratamiento. Asimismo, pero con mucha menos frecuencia, también puede haber infecciones por parásitos denominados amebas, que son más severas y peligrosas para la visión”, señaló Bianchi.
¿Recomendaciones? No abrir los ojos bajo el agua ni restregarlos, ya que se producen micro lesiones que pueden permitir el ingreso de sustancias nocivas, que, de otra forma, habrían sido barridas y evacuadas por las lágrimas y el parpadeo. También, quienes lo deseen, pueden recurrir a las antiparras que, al igual que los anteojos de sol, pueden llevar la graduación necesaria en las personas que necesitan aumento.
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