A la muerte del rey Etelberto, su hijo Edbaldo se negó a abrazar el cristianismo, siguiendo el ejemplo de su padre, y se entregó a la idolatría y la disolución (llegó a cometer incesto tomando para sí a la viuda de su padre). Escandalizado Lorenzo por la conducta de aquel príncipe que él mismo había tratado de convertir, pensó retirarse a Francia, como lo hicieran en casos semejantes los obispos san Melito y san Justo. Sin embargo, la víspera de su partida, San Pedro se le apareció en sueños y le reprochó que pensara abandonar aquel rebaño, por el que Cristo había entregado también su vida. Tras aquel sueño, Lorenzo desistió de sus propósitos e, inflamado de entusiasmo, relató su visión a Edbaldo, quien se impresionó tanto por la vehemencia del obispo, que se hizo cristiano. San Lorenzo no sobrevivió mucho tiempo al feliz cambio y murió en 619.
Cuando por vez primera se abrió su tumba, en 1091, ‘una ráfaga muy fuerte de fragancia’ se esparció por todo el monasterio de San Agustín. Su fiesta se observa en las diócesis de Westminster y Southwark.
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