Texto del Evangelio (Mc 12,13-17): En
aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en
alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te
importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que
enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o
no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».
Mas
Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un
denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la
inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César,
devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.
«Lo
del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»
Comentario: Rev. D. Manuel
SÁNCHEZ Sánchez (Sevilla, España)
Hoy, de nuevo nos
maravillamos del ingenio y sabiduría de Cristo. Él, con su magistral respuesta,
señala directamente la justa autonomía de las realidades terrenas: «Lo del
César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).
Pero la Palabra de
hoy es algo más que saber salir de un apuro; es una cuestión que tiene
actualidad en todos los momentos de nuestra vida: ¿Qué le estoy dando a Dios?;
¿Es realmente lo más importante en mi vida? ¿Dónde he puesto el corazón?
Porque... «Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34).
En efecto, según san
Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su
imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque
impresa está en nosotros su imagen y no la del César». A lo largo de su vida,
Jesucristo plantea constantemente la cuestión de la elección. Somos nosotros
los que estamos llamados a elegir, y las opciones son claras: vivir desde los
valores de este mundo, o vivir desde los valores del Evangelio.
Siempre es tiempo de
elección, tiempo de conversión, tiempo para volver a ‘resituar’ nuestra vida en
la dinámica de Dios. Será la oración, y especialmente la realizada con la
Palabra de Dios, la que nos vaya descubriendo lo que Dios quiere de nosotros.
El que sabe elegir a Dios se convierte en morada de Dios, pues «si alguno me
ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada en él» (Jn 14,23). Es la
oración la que se convierte en la auténtica escuela donde, como afirma
Tertuliano, «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él
realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a
este mismo designio». ¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!
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