Texto del Evangelio (Lc 11,5-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si
uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo,
préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no
tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la
puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme
a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al
menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.
»Yo os digo:
Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el
que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre
hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una
culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo
malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».
«El Padre del cielo dará
el Espíritu Santo a los que se lo pidan»
Comentario: + Fray Josep Mª MASSANA i
Mola OFM (Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio es una
catequesis de Jesús sobre la oración. Afirma solemnemente que el Padre siempre
la escucha: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).
A veces podemos pensar que la
práctica nos muestra que esto no siempre sucede, que no siempre ‘funciona’ así.
¡Es que hay que rezar con las debidas actitudes!
La primera es la constancia, la
perseverancia. Hemos de rezar sin desanimarnos nunca, aunque nos parezca que
nuestra plegaria choca con un rechazo, o que no es escuchada enseguida. Es la
actitud de aquel hombre inoportuno que a medianoche va a pedirle un favor a su
amigo. Con su insistencia recibe los panes que necesita. Dios es el amigo que
escucha desde dentro a quien es constante. Hemos de confiar en que terminará
por darnos lo que pedimos, porque además de ser amigo, es Padre.
La segunda actitud que Jesús
nos enseña es la confianza y el amor de hijos. La paternidad de Dios supera inmensamente
a la humana, que es limitada e imperfecta: «Si, pues, vosotros, siendo malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo...!» (Lc 11,13).
Tercera: hemos de pedir sobre
todo el Espíritu Santo y no sólo cosas materiales. Jesús nos anima a pedirlo,
asegurándonos que lo recibiremos: «...¡cuánto más el Padre del cielo dará el
Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc
11,13). Esta petición siempre es escuchada. Es tanto como pedir la gracia
de la oración, ya que el Espíritu Santo es su fuente y origen.
El beato fray Gil de Asís,
compañero de san Francisco, resume la idea de este Evangelio cuando dice: «Reza
con fidelidad y devoción, porque una gracia que Dios no te ha dado una vez, te
la puede dar en otra ocasión. De tu cuenta pon humildemente toda la mente en
Dios, y Dios pondrá en ti su gracia, según le plazca».
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