Texto del Evangelio (Lc 17,1-6): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es
imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le
vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que
escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos.
»Si tu hermano
peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete
veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le
perdonarás».
Dijeron los
apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un
grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el
mar’, y os habría obedecido».
«Si peca contra ti siete
veces al día (...), le perdonarás»
Comentario: Rev. D. Pedro-José YNARAJA i
Díaz (El Montanyà, Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos habla de
tres temas importantes. En primer lugar, de nuestra actitud ante los niños. Si
en otras ocasiones se nos hizo el elogio de la infancia, en ésta se nos
advierte del mal que se les puede ocasionar.
Escandalizar no es alborotar o
extrañar, como a veces se entiende; la palabra griega usada por el evangelista
fue ‘skandalon’, que significa objeto que hace tropezar o resbalar, una piedra
en el camino o una piel de plátano, para entendernos. Al niño hay que tenerle
mucho respeto, y ¡ay de aquél que de cualquier manera le inicie en el pecado! (cf. Lc 17,1). Jesús le anuncia un
castigo tremendo y lo hace con una imagen muy elocuente. Todavía se ven en
Tierra Santa piedras de molino antiguas; son una especie de grandes diávolos
(se parecen también, en mayor tamaño, a los collares que se ponen en el cuello
a los traumatizados). Introducir la piedra en el escandalizador y echarlo al
agua expresa un terrible castigo. Jesús utiliza un lenguaje casi de humor negro.
¡Pobres de nosotros si dañamos a los niños! ¡Pobres de nosotros si les
iniciamos en el pecado! Y hay muchas formas de perjudicarlos: mentir,
ambicionar, triunfar injustamente, dedicarse a menesteres que satisfarán su
vanidad...
En segundo lugar, el perdón.
Jesús nos pide que perdonemos tantas veces como sea necesario, y aún en el
mismo día, si el otro está arrepentido, aunque nos escueza el alma: «Si tu
hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale» (Lc 17,3). El termómetro de la caridad es la capacidad de perdonar.
En tercer lugar, la fe: más que
una riqueza del entendimiento (en sentido meramente humano), es un ‘estado de
ánimo’, fruto de la experiencia de Dios, de poder obrar contando con su
confianza. «La fe es el principio de la verdadera vida», dice san Ignacio de
Antioquía. Quien actúa con fe logra cosas asombrosas, así lo expresa el Señor
al decir: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este
sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido» (Lc 17,6).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario