Ofrecemos estos
breves puntos con la intención de que puedan servir para la meditación
individual o comunitaria. Son tomados de las lecturas y de las oraciones de la
misa del domingo 10 de noviembre de
2024.
Se dividen en tres
partes: lo que Dios nos dice (con un comentario que nos puede ayudar a
comprender el Evangelio); lo que nosotros podemos decirle a Él como respuesta;
y de qué modo podemos llevarlo a la vida cotidiana. Dios quiera que ayuden a
muchos a dedicarle, cada domingo, un tiempo especial a Dios, nuestro Señor.
Dios nos habla
•
“Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y
miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia.
Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre
viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo
que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo
que tenía para vivir»” (Mc 12,41-44).
•
“La palabra de Señor llegó al profeta Elías en estos
términos: «Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí Yo he
ordenado a una viuda que te provea de alimento». Él partió y se fue a Sarepta.
Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña.
La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber».
Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: «Tráeme también en la mano
un pedazo de pan». Pero ella respondió: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No
tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite
en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para
mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos». Elías le dijo: «No temas.
Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y
tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor,
el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se
vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del
suelo».
Ella se fue e hizo lo
que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El
tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la
palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías” (1Reyes 17,8-16).
Reflexión
“¿Tienes algo —dice
el Apóstol— que no hayas recibido? Por tanto, amadísimos, no seamos
avaros de nuestros bienes como si nos perteneciesen, sino negociemos con ellos
como con un préstamo. Se nos ha confiado la administración y el uso temporal de
los bienes comunes, no la eterna posesión de una cosa privada. Si en la tierra
la consideras tuya sólo temporalmente, podrás hacerla tuya eternamente en el
cielo…
Recordemos también a
aquella viuda, que olvidándose de sí misma y preocupada únicamente por los
pobres, pensando sólo en el futuro, dio todo lo que tenía para vivir, como lo
atestigua el mismo juez…
Negociemos, pues, al
Señor con los mismos dones del Señor; nada poseemos que de él no hayamos
recibido, sin cuya voluntad ni siquiera existiríamos. Y sobre todo, ¿cómo
podremos considerar algo nuestro, nosotros que, en virtud de una hipoteca
importante y peculiar, no nos pertenecemos, y no ya tan sólo porque hemos sido
creados por Dios, sino por haber sido por él redimidos?
Congratulémonos por
haber sido comprados a gran precio, al precio de la sangre del propio Señor,
dejando por eso mismo de ser personas viles y venales, ya que la libertad
consistente en ser libres de la justicia es más vil que la misma esclavitud. El
que así es libre, es esclavo del pecado y prisionero de la muerte.
Restituyamos, pues, sus dones al Señor; démosle a él, que recibe en la persona
de cada pobre; demos, insisto, con alegría, para recibir de él la plenitud del
gozo, como él mismo ha dicho” (San
Paulino de Nola, Carta 34 (2-4).
Nosotros le hablamos
•
“Que mi plegaria llegue a tu presencia, Señor; inclina tu
oído a mi clamor” (Antífona de entrada).
•
Dios todopoderoso y rico en misericordia, aleja de nosotros
todos los males, para que, sin impedimentos en el alma y en el cuerpo,
cumplamos tu voluntad con libertad de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios,
por los siglos de los siglos (Oración
Colecta).
Nuestra vida cambia
•
¿Somos generosos con Dios?
•
¿Somos generosos con los demás?
•
¿Cómo? ¿En qué?
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