La tristeza es el terreno propicio que utiliza Satanás para tentar a
las almas, ya que cuando un alma está triste, es más fácil que caiga en
pecados, y el demonio, que es cobarde, aprovecha este tiempo para atacar más
ferozmente.
Por eso ¡qué importante es que consolemos a los que están tristes!
Si los apóstoles no se hubieran dormido en el Huerto de los Olivos,
habrían podido consolar a Jesús que estaba mortalmente triste, y habrían
logrado hacer huir a Satanás. Pero Jesús quiso padecer esto para salvar y
redimir a los que están tristes, y quiere que los más buenos cumplan con estos
hermanos entristecidos, la gran caridad de alegrar el alma para alejarlos de la
órbita del diablo.
No es malo sentir tristeza, especialmente cuando vemos tanto mal en el
mundo y en las personas; lo malo es cuando esa tristeza se desordena, es decir,
cuando nos impide cumplir los deberes de estado o la misión que tenemos cada
uno de nosotros.
Si Dios a veces nos envía momentos tristes, es para que sepamos por
experiencia propia lo que es estar tristes, y así tengamos un corazón
misericordioso y compasivo con los que están abatidos y tristes y los
consolemos. Jesús, en
Vos confío.
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