Quizás una de las cosas que más cueste en el mundo actual, sea el de
acompañar, dar un consuelo a quien sufre. Poder consolar a quien está
padeciendo un gran sufrimiento, me parece que es lo más difícil que existe. Y
quizás no sea para tanto. Me parece que por allí se nos hace muy dificultoso,
porque estamos pendientes de qué palabra justa podemos decir, si con nuestra
opinión somos capaces de “corregir” ese dolor. Y tal vez ese sea uno de los
principales inconvenientes: pensar que nosotros vamos a darle solución a aquel
que esté sufriendo.
Ante ciertos dolores, pruebas, cruces, ¿qué podemos decir? Generalmente
nuestras palabras se vuelven inútiles, muchas veces hasta ridículas, y sin
sentido.
Ante el dolor, creo que una de las actitudes más provechosas es “callar”
y acompañar. Podemos decir una cantidad de palabras, que seguramente podrán ser
las más justas, las mejores, pero no cambia la realidad de quien está pasando
por un momento muy difícil, y es entonces allí donde debemos con total
humildad, callar y estar compartiendo al lado de quien sufre.
Ante el dolor todo puede sonar distinto, todo lo que pueda decir, por
válido que sea, en cambio es diferente el estar “al lado”, acompañando y quizás
hasta sufriendo nosotros mismos interiormente.
Sólo Dios puede “consolar” plenamente, porque es el “Dios de todo
consuelo”, y si bien es cierto que para comprender totalmente esto debo tener
una gran fe, no es menos cierto que es en esos momentos en los cuales el mismo
Dios obre en la vida de las personas que están pasando por momentos de mucha
dificultad.
Tal vez con nuestro “acompañar” podamos ser de alguna forma trasmisores
del consuelo de Dios, que seguramente siempre hará que lo doloroso se
transforme en algo fructífero, positivo, pero que “mientras tanto” hará que
quien está padeciendo pueda llegar incluso hasta a dudar.
Quizás por una especie de soberbia que tenemos tan incorporada, pensamos
que siempre que estamos cerca de quien está pasando un mal momento, o cada vez
que alguien se acerque con su problema, con su dolor, sea “yo” quien deba darle
los argumentos justos, la palabra certera o la solución exacta a lo que le
pasa, y, sabemos que la mayoría de las veces no lo logramos.
Y lo más probable es que también quien está pasando un momento doloroso,
sepa que no soy yo quien pueda darle la solución o logre hacerle superar
“mágicamente” ese momento, sino que en realidad lo que está buscando es
sentirse acompañado por alguien que quizás no pueda hacer más que “estar allí”,
pero en realidad, está haciendo “todo” lo que en ese momento necesita quien
está sufriendo. OP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario