martes, 2 de octubre de 2018

Acompañar al que sufre

Quizás una de las cosas que más cueste en el mundo actual, sea el de acompañar, dar un consuelo a quien sufre. Poder consolar a quien está padeciendo un gran sufrimiento, me parece que es lo más difícil que existe. Y quizás no sea para tanto. Me parece que por allí se nos hace muy dificultoso, porque estamos pendientes de qué palabra justa podemos decir, si con nuestra opinión somos capaces de “corregir” ese dolor. Y tal vez ese sea uno de los principales inconvenientes: pensar que nosotros vamos a darle solución a aquel que esté sufriendo.
Ante ciertos dolores, pruebas, cruces, ¿qué podemos decir? Generalmente nuestras palabras se vuelven inútiles, muchas veces hasta ridículas, y sin sentido.
Ante el dolor, creo que una de las actitudes más provechosas es “callar” y acompañar. Podemos decir una cantidad de palabras, que seguramente podrán ser las más justas, las mejores, pero no cambia la realidad de quien está pasando por un momento muy difícil, y es entonces allí donde debemos con total humildad, callar y estar compartiendo al lado de quien sufre.
Ante el dolor todo puede sonar distinto, todo lo que pueda decir, por válido que sea, en cambio es diferente el estar “al lado”, acompañando y quizás hasta sufriendo nosotros mismos interiormente.
Sólo Dios puede “consolar” plenamente, porque es el “Dios de todo consuelo”, y si bien es cierto que para comprender totalmente esto debo tener una gran fe, no es menos cierto que es en esos momentos en los cuales el mismo Dios obre en la vida de las personas que están pasando por momentos de mucha dificultad.
Tal vez con nuestro “acompañar” podamos ser de alguna forma trasmisores del consuelo de Dios, que seguramente siempre hará que lo doloroso se transforme en algo fructífero, positivo, pero que “mientras tanto” hará que quien está padeciendo pueda llegar incluso hasta a dudar.
Quizás por una especie de soberbia que tenemos tan incorporada, pensamos que siempre que estamos cerca de quien está pasando un mal momento, o cada vez que alguien se acerque con su problema, con su dolor, sea “yo” quien deba darle los argumentos justos, la palabra certera o la solución exacta a lo que le pasa, y, sabemos que la mayoría de las veces no lo logramos.
Y lo más probable es que también quien está pasando un momento doloroso, sepa que no soy yo quien pueda darle la solución o logre hacerle superar “mágicamente” ese momento, sino que en realidad lo que está buscando es sentirse acompañado por alguien que quizás no pueda hacer más que “estar allí”, pero en realidad, está haciendo “todo” lo que en ese momento necesita quien está sufriendo. OP

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