“Los pacientes hospitalizados con Covid-19 que adquieren una infección bacteriana no superan el 10%. Sin embargo, el 75% recibe antibióticos, lo que aumenta el riesgo de resistencia a los antimicrobianos”, afirmó la subdirectora general de la OMS para la Resistencia Antimicrobiana, Hanan Balkhy, en un seminario conjunto con la Federación Mundial de Periodistas Científicos (WSFJ).
El abuso y mal uso de los antibióticos durante años sembraron el terreno del escenario actual, en el que fármacos que fueron efectivos durante décadas, dejaron de funcionar frente a bacterias que se volvieron resistentes a ellos, anulando o moderando su acción (Klebsiella pneumoniae y Pseudomonas aeruginosa son las que poseen mayor resistencia). Se calcula unas 700.000 personas mueren por año en todo el mundo como consecuencia de la resistencia antimicrobiana y que, de no tomarse medidas al respecto, esa cifra llegará a los 10 millones para el 2050.
En el marco de la ‘Semana del Uso Responsable de Antimicrobianos’, la OMS renueva a su llamado a tomar mayor conciencia sobre esta problemática y a restringir el uso de antibióticos solo en casos de indicación médica precisa, mensaje que va dirigido no solo a la población general sino a las autoridades sanitarias, farmacéuticos y dispensadores de farmacias y a la propia comunidad médica.
“Se calcula que para el 2030 el consumo mundial de antimicrobianos aumentará un 67% y en el 2050 la resistencia antimicrobiana será una de las principales causas de muerte, superando al cáncer. La resistencia antimicrobiana avanza más rápido que la generación de nuevos antibióticos”, afirmó la infectóloga Wanda Wanda Cornistein, coordinadora del Programa de Resistencia Antimicrobiana de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y jefa de Control de Infecciones del Hospital Universitario Austral.
En ese sentido, la pandemia de coronavirus exhibe dos problemáticas relacionadas, según la médica. “Aunque estemos ante la presencia de una enfermedad viral, hubo un aumento del consumo de antibióticos por dos factores. El primero, asociado a la indicación de antibióticos habitual frente a la neumonía de la comunidad, cuando en realidad la coinfección ‘bacterias-virus’ en pandemia es menor al 6% de los casos, entonces allí hay una sobreprescripción de antibióticos. El segundo factor es que los pacientes que se internan y que están gravemente enfermos por Covid- 19, sufren infecciones asociadas al cuidado de la salud al estar ventilados, con catéteres o sonda vesical, y estas infecciones son las que se relacionan mayoritariamente con gérmenes multirresistentes; son las infecciones intrahospitalarias que requieren un alto consumo de antibióticos de amplio espectro”, señaló.
“En un principio cuando uno recibía a un paciente no sabía si tenía coronavirus o una neumonía bacteriana, entonces ante la duda, particularmente en los pacientes graves, se le daba antibióticos hasta tener los resultados. Ahora tenemos recomendaciones desde la SADI que nos indican ser cautos, recordando la poco frecuente de la convivencia de bacterias y virus, y que si hay que hacer un tratamiento antibiótico debe ser por períodos más breves, y en los pacientes no tan graves tal vez abstenerse de suministrarlos cuando se sospecha de Covid a la luz de la radiografía o datos de laboratorio. Hay que dejar el antibiótico solo para los casos de sospecha de coexistencia del virus SARS-CoV-2, con una infección bacteriana”, afirmó el infectólogo Lautaro De Vedia, ex presidente de la SADI y jefe de la División Asistencia Especial del Hospital Muñiz.
Según Francisco Nacinovich, integrante del Programa de Resistencia Antimicrobiana de la SADI y jefe de Infectología del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA), el mecanismo de la resistencia necesita muy poco estímulo para gatillarse y no tiene que ver con la cantidad ni la duración de un tratamiento antibiótico.
“Un solo comprimido de cualquier antibiótico mal prescripto, sobre todo para infecciones virales respiratorias, es suficiente para que el microorganismo desarrolle los mecanismos para ser resistente a ese antibiótico. Los antimicrobianos cuando están indicados adecuadamente en una infección documentada, con cultivo y datos clínicos, erradican el germen y resuelven la enfermedad sin mayores consecuencias. Ahora, si se dan antibióticos para una infección viral, que es donde más se utiliza por error (para las bronquitis, para las faringitis, que en el 80-90% de los casos son causadas por virus), las bacterias que viven con nosotros habitualmente se sienten agredidas y reaccionan haciéndose resistentes”, indicó.
Responsabilidad compartida
“El mal uso de antimicrobianos va incluso más allá de la situación puntual de la pandemia y representa una problemática con múltiples responsabilidades. Este tema nos incumbe a todos, los médicos tenemos mucha responsabilidad, hoy se sabe que los tratamientos aun siendo más breves son igual de efectivos que los que hacíamos antes, que eran prolongados; hay que prescribir antibióticos sólo cuando es estrictamente necesario. Por su parte, la población tiene que saber que el antibiótico sólo tiene que ser prescripto por el médico o el odontólogo y que los farmacéuticos también juegan un rol importante, no deben vender los antibióticos sin receta, a su vez las autoridades y gobiernos también deben controlar”.
“Muchas veces nos enfrentamos a la exigencia del paciente por la prescripción de antibióticos, cuando debería ser todo lo contrario: el médico debería explicar la razón por la cual indica el antibiótico, que debería ser una práctica excepcional”, explicó Cornistein. Y destacó que los antibióticos, como todo fármaco, pueden provocar eventos adversos.
“Una infección por una bacteria multirresistente puede tener una mortalidad superior al 40-60%. Estamos en un escenario donde tenemos bacterias para las cuales no tenemos antibióticos para combatirlas. Esto ya ocurre, es una realidad en Argentina y es muy serio; y no tenemos mucho tiempo para resolver este problema”, concluyó Nacinovich.
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