Lo digo a todos: velad.
Las primeras
generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El
resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por él que querían encontrarse
de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo
pasaba y la venida del Señor se demoraba. Pronto se dieron cuenta de que esta
tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. Con el
tiempo, aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la
indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «Que, al llegar, Cristo no
nos encuentre dormidos». La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los
evangelios la repiten constantemente: «vigilad», «estad alerta», «vivid
despiertos». Según Marcos, la orden de Jesús no es sólo para los discípulos que
le están escuchando. «Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: Velad». No es
una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos.
Han pasado
veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús? ¿Cómo
vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra
fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad? ¿No vemos que la
Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la
apatía y el autoengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia?
¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos? ¿No
hemos de recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y
despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de
Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos
cuenta de que una Iglesia «dormida» a la que Jesucristo no seduce ni toca el
corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por
falta de vida? ¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra
relación con él? ¿Quién como él puede despertar nuestro cristianismo de la
inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad?
¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su
vitalidad? JAP
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