miércoles, 16 de diciembre de 2020

¿Por qué no puedo dejar de comer?

¿Te ocurre que comes aunque no tienes hambre? ¿Qué sigues poniendo el tenedor en tu boca a pesar de sentirte repleta? ¿Qué siempre hay algo más que necesitas llevar a la boca, no importa la hora, para luego sentir vergüenza y desprecio por ti misma por comer algo que definitivamente tu cuerpo no necesita? Se puede tratar de un trastorno al que se define como ‘comer compulsivamente’ o ‘trastorno por atracones’ (binge eating disorder, en inglés). Y no tienes que tener tendencia al sobrepeso o a la obesidad para sufrirlo. Puedes ser una persona delgada, a la cual se le dificulta controlar la cantidad de alimento que consume.

Los expertos en trastornos de la alimentación aseguran que este consumo compulsivo esconde la frustración por no poder enfrentar situaciones negativas de la vida. Y una imagen corporal distorsionada, con la que la persona no es feliz. Y aclaran que no es, por ejemplo, la sensación de saciedad intensa después de una comilona de Thanksgiving o Navidad, sino que se trata de una situación a repetición. Un patrón de conducta del cual no se puede salir sin ayuda especializada.

Qué es comer compulsivamente

Comer compulsivamente es repetir una conducta que lleva a consumir alimentos, a pesar de que ya se superó el umbral de saciedad. Estas comidas no tienen una lógica nutricional, por ejemplo preparar un salmón con vegetales para la cena. Presentan el caos de la compulsión: una dona a la medianoche o en el medio de una reunión de trabajo, comer parado frente a la heladera la ensalada de papas o la pizza que sobró del mediodía (sin siquiera calentarla).

Psicólogos dicen que la señal de alerta aparece cuando este patrón se repite al menos una vez a la semana, durante un período de tres meses. Y otra alerta es, por supuesto, la falta de control sobre este consumo excesivo de alimentos, muchas veces altos en calorías, sal y otros componentes enemigos de una buena nutrición.

El proceso de comenzar a sufrir este trastorno de la alimentación puede ser gradual, sin que siquiera te des cuenta. A veces comienza luego de fracasar con una dieta restrictiva. Pero quizás es simplemente que una noche te levantas de la cama para ir al baño y das un ‘paseo’ a la heladera y agarras, digamos, una frutilla. Pero la segunda vez, comes algo dulce. Y luego esa pata de pollo asado que sobró de la cena. La cantidad que se consume va aumentando, y de repente te encuentras repitiendo ese hábito nocturno durante el día.

Un amigo o familiar te alerta de que te ve ‘comer mucho’, y lo sabes, pero ya no puedes controlarlo. Entonces se vuelve un acto más solitario, a escondidas, sórdido y lleno de culpa. Es el ciclo de la enfermedad, que comienza y sigue su curso. Y que te indica que tal vez llegó la hora de pedir ayuda.

¿Es un trastorno diferente a la bulimia?

La bulimia y el comer compulsivamente son ambos trastornos de la alimentación, pero no son el mismo trastorno. Aunque sí tienen en común el acto de consumir alimentos de manera compulsiva, en la bulimia, luego de consumir una enorme cantidad de alimentos, la persona busca ‘depurar’ su cuerpo, ya sea provocándose el vómito o utilizando laxantes.

Esto no ocurre si el trastorno es comer compulsivamente. En este caso seguramente se acumulan calorías, pero también factores de riesgo: hay mayor riesgo de presión arterial y colesterol altos, de problemas cardíacos y vasculares. Y también de sufrir ansiedad y depresión.

Síntomas de que estás comiendo compulsivamente

·        Comes mucho, muy seguido, y a horas por fuera del desayuno, almuerzo o cena

·        No puedes controlar ese deseo de comer

·        Comes incluso si no tienes hambre

·        O cosas que ni siquiera te gustan mucho

·        Comes más rápido de lo habitual, incluso sin siquiera sentarte a la mesa

·        Te sientes muy lleno, tanto que genera molestia estomacal o descomposición

·        Comes solo

·        Al acto de comer le sigue vergüenza y desprecio de tu propia persona

Cómo enfrentar el problema de consumo compulsivo de alimentos

El primer paso es tener un diagnóstico. Tu médico de cabecera puede guiarte hacia un profesional especializado en trastornos de la alimentación, que te ayudará a entender qué te está pasando y a buscar el mejor camino para solucionar tu crisis y salir adelante.

Mientras que es absolutamente necesario que tengas una terapia médica y psicológica, las siguientes son algunas ideas para que puedas ir modificando este hábito tan negativo en tu vida.

No te juzgues duramente. No eres una mala persona porque no puedes controlar cuándo comes o lo que comes. No te castigues por algo que es una afección. 

Tómate un momento para pensar. Cuando aparezca el deseo de comer, tómate un segundo para preguntarte si realmente tienes hambre. Ese breve momento para razonar puede cambiar tu rumbo y ya no te dirigirás a la cocina.

No dejes de comer. Si realmente mueres por comer algo determinado, cómelo, pero con moderación. Prohibirte alimentos puede generar el efecto contrario: que los desees mucho más.

Sé consciente de tu trastorno. Ya sabes que puedes obsesionarte por la comida, por eso, conoce a fondo lo que sufriste, este conocimiento te ayudará a tener fortaleza si es que ocurre una recaída.

La terapia te ayudará a detectar los ‘disparadores’ de este comer compulsivo. Puede ser el estrés de tener dos trabajos, de un cambio fuerte de vida, la pérdida de un ser querido. 

La lista de razones es extensa, la autoestima baja por una ruptura emocional, una promoción laboral que no llegó como esperabas, una pareja que no funciona o una situación negativa a la que no logras ponerle un punto final.

Pero siempre hay una salida. Según la Eating Disorders Coalition, cerca de 30 millones de personas en los Estados Unidos sufren alguna forma de trastorno de la alimentación. Se pueden manifestar en todas las razas y etnias, y a diferentes edades. En Latinoamérica hay una alta incidencia del trastorno de comer compulsivamente, mayor que la anorexia y la bulimia. HD

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