Texto del Evangelio (Jn 1,19-28): Éste fue el
testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó;
confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú
Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No».
Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos
han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el
desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
Los
enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres
tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con
agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás
de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto
ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
«En
medio de vosotros está uno (…) que viene detrás de mí»
Comentario: Mons. Romà
CASANOVA i Casanova Obispo de Vic (Barcelona, España)
Hoy, en el Evangelio
de la liturgia eucarística, leemos el testimonio de Juan el Bautista. El texto
que precede a estas palabras del Evangelio según san Juan es el prólogo en el
que se afirma con claridad: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre
nosotros» (Jn 1,14). Aquello que en
el prólogo —a modo de gran obertura— se anuncia, ahora en el Evangelio, paso a
paso, se manifiesta. El misterio del Verbo encarnado es misterio de salvación
para la humanidad: «La gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (Jn 1,17). La salvación nos viene por
Jesucristo, y la fe es la respuesta a la manifestación de Cristo.
El misterio de la
salvación en Cristo está siempre acompañado por el testimonio. Jesucristo mismo
es el «Amén, el Testigo fiel y veraz» (Ap
3,14). Juan Bautista es quien da testimonio, con su misión y mirada de
profeta: «En medio de vosotros está uno (…) que viene detrás de mí» (Jn 1,26-27). Y los Apóstoles así
entienden la misión: «A este Jesús, Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros
somos testigos» (Hch 2,32).
La Iglesia toda
ella, y por tanto todos sus miembros, tenemos la misión de ser testigos. El
testimonio que nosotros traemos al mundo tiene un nombre. El Evangelio es el
mismo Jesucristo. Él es la ‘Buena Nueva’. Y la proclamación del Evangelio a lo
largo de todo el mundo hay que entenderla también en clave de testimonio que
une inseparablemente el anuncio y la vida. Es conveniente recordar aquellas
palabras del papa Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha mejor a quienes
dan testimonio que a quienes enseñan (…), o, si escuchan a quienes enseñan, es
porque dan testimonio».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario